lunes, 6 de febrero de 2012

Capítulo 9º Tierra que arde. Y el agua la ahoga.

  Galamatham llegó a Hommlet oportunamente, para que su canto dignificara los funerales de Resnis y de Salmeifer. El primero tuvo una bella y pomposa ceremonia en el templo de San Cuthbert, destacando entre los asistentes al pícaro Furnok, quien estaba emocionado ante el fallecimiento de su rival en las timbas locales. La del segundo en contraste fue sobria, mandando su dinero a la familia y enterrándolo junto al gran roble del círculo druídico para que el ciclo se renovase.

  Las siguientes semanas, parte del grupo tuvo que hacer un viaje a Verbobonc. Para ello, llevaron el símbolo sagrado del Prefecto Allreem, de modo que fuera una ofrenda al Vizconde para darle a entender que el grupo era digno de la misión que se habían autoasignado y de los progresos que estaban haciendo. La comitiva la encabezaba Geoffry, y con él fueron Altair, Alastar y Thingur.

  Mientras tanto, envalentonados tras haber acabado con una amenaza en el segundo nivel del templo, Thalion y Dánae se decidieron a aprovechar que se acercaba el Día de Mitad de Verano, que es cuando los muertos vivientes están más débiles, con prisa porque al anochecer ambas lunas están llenas y los licántropos más fuerza cobran. Por tanto, prepararon una expedición acompañados deMaia y de Galamatham. Al llegar a Nulb con el amanecer, Otis les avisó de que su visita anterior
había producido algún cambio significativo. Al parecer, la captación de gente se había recrudecido, pues como habían acabado con una de las facciones en guerra las otras se estaban preparando para algún ataque inminente. Y al hacerse descuidados los agentes del mal, Otis había conseguido escuchar que dos de los templos elementales estaban aliados, por lo que al caer el templo del fuego se estaba previendo un ataque entre las dos facciones que quedaban.


  Cuando entraron en la guarida del mal, fueron directamente a las cercanías de donde habían masacrado a los necrófagos. Fueron explorando pasillos, y encontraron una guarida de más de una docena de criaturas aladas, que después descubrieron que se trataban de unos succionadores de sangre llamados Stirges. Evitaron la confrontación y siguieron avanzando, y al llegar a un pasillo con varias puertas Dánae decidió inspeccionarlas aguzando sus sentidos, con la mala suerte de que algo la cegó, no sin dejar de descubrir que al otro lado habían ocho personas preparadas ante un ataque inminente. Maia inspeccionó sus ojos, pero dijo que tenía que llevarla a otro sitio. Y en ese momento al torcer la esquina, una puerta se abrió, apareciendo una patrulla de guardia con las túnicas marrones con bordados de triángulos negros.

  Antes de que pudieran reaccionar, Thalion saltó como un felino, impactando allí y sajando allá. Maia siguió a cubrir a su compañero, mientras la semielfa ayudaba a Dánae para no dejarla sola ante dos puertas y dos pasillos desconocidos. Tras esto, se aprestó a meterse en la lid. Eran más de dos docenas, y cuando dos de los tres líderes cayeron, los escasos supervivientes ofrecieron su rendición. Como uno había salido corriendo, Thalion cogió al líder superviviente como rehén, y Dánae dijo: "llevémoslo a nuestro templo, de prisa". Como llevaban los héroes la capa de uno de los templos inferiores, confiaron en que esto fuera suficiente para aumentar la paranoia entre los distintos templos.

  Llevaron al prisionero a la torre de vigía del templo, la cual aún no ha sido repoblada. Allí, Dánae recuperó al cabo de una hora su vista, por lo que pudieron volver hasta Hommlet ayudándose para pasar el prisionero por Nulb de una distracción creada por Otis. Al aparecer por la aldea, los habitantes bastante borrachos gracias a la aportación de cien piezas de oro en bebida que había regalado Galamatham estaban a punto de
linchar a un semiorco que había llegado. Sólo la mención del nombre de Alastar había evitado que ese bastardo fuera quemado vivo. Dánae intercedió por él, de modo que entregaron al pueblo al prisionero para que éste fuera sometido a escarnio y humillación mientras liberaban a Groosuk "el zurdo".

  A la mañana siguiente, tras toda una noche de fiesta, pudieron interrogar al ahora más receptivo prisionero. Éste comenzó a decirles que esperaban en cualquier momento un ataque del templo del agua, el verdadero enemigo del templo de la tierra, o de sus aliados el templo del aire. Al parecer, a punto estaban de hacer una alianza con el templo del fuego cuando los aventureros acabaron con éste. Su señor, Romag, estaría interesado en hacer un pacto con los héroes para acabar con alguno de los templos inferiores si le permitían interceder. Tras esto, lo forzaron a que dibujara un mapa completando el que ellos estaban elaborando con lo que conocía a la hora de hacer la guardia. Pero el semblante de los héroes cambió cuando el prisionero habló de los cautivos: un grupo de aldeanos estaba retenido cerca de una guarida de necrófagos, preparados para alimentar a las infestas criaturas o para sacrificios en el templo de la tierra. Y, además, habían capturado a un gnomo al que iban a matar en un par de días, quien estaba retenido en otras habitaciones. El cautivo cambió de actitud cuando se dio cuenta de que tenía una información que podía resultar de utilidad a las fuerzas del bien. Tenía algo con lo que negociar, y tras las palizas que recibió la noche anterior no se fiaba nada de la posible clemencia local. Retenido en el sótano de la torre de Los tejones de Burne, comenzó a recordar que la vida del Gnomo y de los otros prisioneros dependía de que llegasen con él a un acuerdo.

  La decisión era difícil. Un agente de tan baja calaña podía acabar siendo puesto en libertad para salvar a unos inocentes. Tomaron un descanso para debatirlo, y fueron a La bienvenida de la moza a encontrarse allí con Geoffry y hablar del tema. Cuando entraron, vieron que éste estaba sentado en la mesa con Gamalathan, Elmo y un viejo conocido: Spugnoir. Dánae se dio la vuelta y salió del local, dejando sorprendidos a todos los demás. ¿Había ocurrido algo entre ellos que no sabían? ¿Por qué se comportaba así la psíquica?

  El mago había vuelto a Hommlet, tras la muerte de Resnis, para pedir asilo al grupo de aventureros. Al parecer, no le habían ido las cosas muy bien. Había perdido una mano en una expedición y tuvo que pagar a un sacerdote con sus pergaminos para que se la regenerase. Y nadie quería hacer grupo con él. Altair intercedió por el mago, quedando el trato de que Spugnoir se quedaría con los pergaminos que él no desease, y con su parte respectiva del tesoro. Fueron a consultar a Dánae sobre la decisión de Spugnoir y la de hacer un trato con el prisionero. Dánae no quería hablar del tema, y de manera muy cortés les dijo que hiciesen lo que les viniese en gana. Thalion intentó disuadir al mago de que fuera con ellos, debido al peligro de la misión, pero el miedo que el elfo intentó transmitirle era menor que la desesperación que los ojos del hechicero despedían.

  Llegaron a un pacto con el cautivo: quedaría en libertad tras acabar completamente con la amenaza del Templo del mal elemental. Éste les dio la ruta de acceso al gnomo, y fueron a hablar con Elmo para ver si podía acompañarles para cuidar de los primeros cautivos mientras salvaban al Gnomo. Éste declinó la petición avisándoles que había demasiada actividad de humanoides en las cercanías, y se quedaría por si el pueblo lo necesitase, pero ya que se iban a llevar a Spugnoir podían hacerlo también con Furnok, el organizador de timbas locales, para hacer esa función.

  Prepararon prestos un plan de incursión: Entrarían Geoffry, Thalion, Dánae, Altair, Gamalatham, Spugnoir y Maia. En Nulb convencerían a Otis para que les acompañase y junto con Jamie y Furnok cuidaría de los primeros rescatados mientras iban a por el gnomo. ¡Cuál fue su sorpresa cuando el Padre Terjon, equipado, se les unió vestido y pertrechado para la guerra!

  Al llegar a Nulb, Terjon se separó para solucionar una cuestión privada. Estaba terminando de anochecer, y mientras dejaban los caballos en el establo de Otis y hablaban con éste, volvió el sacerdote acompañado de la asistente de la Madre Screng, conocida como Hruda y cuyo nombre real sabían que era Murfles, una chica bastante fea compañera de Otis en sus incursiones a los alrededores del Templo. La comitiva se parecía por momentos a un pequeño ejército de asalto. En el trayecto hacia la entrada secreta, pudieron fijarse con más detalle de que la embozada Murfles no era una fea humana, sino una agraciada elfa que usaba un extraño disfraz para hacerse pasar por la hija de la Madre Screng.

  Se hicieron fuertes en la torre de vigía, y allí se quedaron la elfa, el Padre Terjon y Furnok, preparando las defensas para cuando vinieran los compañeros con los que hubieran rescatado. Los demás entraron en el templo, y tras un breve camino llegaron a la puerta donde estaban los prisioneros. A un par de metros había otra, y al acercarse a ella se podían oír los ruidos de los necrófagos que habitaban esas salas devorando los restos de algún cadáver. Dánae intentó abrir la cerradura, pero llevaba demasiado tiempo desentrenada como para poder hacerlo. Otis y Brend se prepararon para tirarla abajo, mientras Jamie, Galamathan, Altair y Spugnoir vigilaban el pasillo. La primera sacudida de la puerta contra los hombros de los rudos compatientes no fue suficiente, pero hizo mucho ruido. La segunda fue en cambio bastante efectiva, pero con el inconveniente de que habían dejado a Dánae sola junto a la puerta de los necrófagos, y Thalion había retrocedido hasta donde estaban los lanzadores de conjuros.

  Por suerte, el elfo reaccionó con rapidez, y apenas hicieron daño las infestas criaturas. Geoffry y Gamalathan se unieron a la lucha, y en breve acabaron con cinco muertos vivientes poniéndose uno en fuga. Thalion, cegado por la ira al recordar que unas criaturas como éstas habían despojado de la vida a un noble elfo, poseedor de la armadura que ahora él llevaba, siguió avanzando persiguiendo a esta criatura. Otros seis se encontró por el camino, y entre él y Geoffry acabaron con casi todos mientras otro se unía a la huida del anterior. Spugnoir llegó ante ellos, mandado por Altair, pidiendo que se reagrupasen, que lo prioritario no era acabar con los no-muertos sino salvar a los prisioneros y al gnomo. Thalion decidió seguir avanzando a pesar de todo, pero se encontró con una puerta fuertemente sujeta desde el interior, evitando que pudera seguir la persecución.

  Dánae había vuelto con Otis y Maia para intentar liberar a los cautivos. Gamalathan se acercó a Altair por si venía alguien por el otro pasillo. Justo cuando estaban los compañeros llegando, los dos necrófagos en fuga salieron por una puerta a un par de decenas de metros del mago y la barda. Ésta flecheó a uno de ellos pero no fue suficiente, y atravesaron camino al templo de la tierra. Salieron corriendo tras él mientras Otis y Jamie se llevaban a los prisioneros. Por muy poco se libró el elfo de una emboscada, puesto que de donde habían salido los necrófagos estaban esperando cuatro necrófagos mayores.  El olor nauseabundo que éstos despedían le avisó en el último momento, y entre todos acabaron en seguida con esa amenaza. Cazaron a
los dos que huían en el pasillo que daba acceso al templo de la tierra: Uno había caído en una trampa de foso, y el otro no sabía qué hacer. Tras acabar con ellos, descubrieron un pasadizo secreto que llevaba al pasillo cercano a donde estaban los prisioneros que faltaban por rescatar. Pero todo el sigilo se perdió en un instante cuando la maldición de Altair volvió a jugarles una mala pasada. Cuatro osgos, uno acompañado del torturador del templo, atacaron al grupo, con renovadas energías. Además, comenzaron a mostrar extrañas inmunidades a algunos de los poderes. Un encantamiento por un lado, unos filos por otros, acabaron con esta amenaza. Sólo sobrevivió el torturador, quien pidió rendirse y cuya cabeza por poco no arranca a pesar de todo Geoffry, quien por su honor tuvo que contenerse de no dar el final que tan horrible ser humano merecía.

  En la sala de tortura encontraron a un hombre que había perdido una pierna, quien dijo haberse negado a ser reclutado por el templo y que por eso lo habían dejado en esa condición, dando su pierna de comer a unos Grantrasgos. Además, había dos orcos, que pidieron ser liberados pero que toda la libertad que se les dio fue la que su dios quisiera tras acabar con ellos de manera inmisericorde.

  Forzaron al torturador a llevarles ante el gnomo, y cuando localizaron a esta criatura por poco no acaba con el que había sido responsable de infligirle tanto daño. Preguntó por su equipo, y el sirviente del templo les llevó a su habitación, donde tenía el equipo del gnomo y el tesoro de todos los que había ido torturando desde hacía un par de años.

  Llegaron a la torre donde les esperaban sus compañeros. Los prisioneros liberados resultaron ser cuatro hombres de armas, que habían caído en una emboscada de los ghouls y que se ofrecieron a servir a los aventureros, dos mercaderes cuya caravana fue asaltada, tres habitantes de Nulb, secuestrados para ser traídos aquí, y un marinero, que fue traído aquí por Dick Rentch para vengarse de haber intentado flirtear con su camarera Dala.

  Decidieron llevarlos a todos a Hommlet. La gente de Nulb podía ser vuelta a secuestrar en cualquier momento, y si les deban una oportunidad seguro que podrían rehacer su vida en la aldea, parecían buena gente. Dejaron a Hruda y a Otis en Nulb, retomaron sus caballos, y partieron en la oscuridad hacia la aldea en la que se sentían más a salvo. Pero cuando llegaron, vieron desde la colina más cercana a la misma que parte de la aldea estaba en llamas, bajo algún ataque.

  Al final de la noche que da paso al mes de Mesidor, acabando con el de Abundancia, al amparo de la luz menguante de la casi llena Celene y la más gibosa Luna, el horrible espectáculo del incencio de Hommlet sobrecogió el corazón de los aventureros. Un ruido en la maleza les alertó, pero viendo a su compañero Alastar salir de ella relajaron sus expresiones.

  - Menos mal que habéis llegado- dijo el semielfo.- Salí a perseguir unos orcos y acabé con ellos. Elmo y yo hemos estado batiendo la zona, y puesto en preaviso a la milicia y a los Tejones de Burne, pero me temo que deben haber llegado más humanoides mientras estábamos fuera.
  - ¿Dónde está Elmo? -preguntó el Padre Terjon.
  - Nos dividimos. Yo tomé el camino hacia el este, siguiendo a un grupo, pero él cogió otro hacia el sur.
  - Necesito llegar urgentemente a mi iglesia -habló de nuevo el sacerdote, dirigiéndose a todo el grupo.
  - Si están atacando el pueblo habrá mucha gente allí en busca de refugio. Necesitan de mis curaciones, el buen Calmer no está preparado para esto.
  - Pues yo necesito ir a la posada -comentó Spugnoir.- Me temo que tengo allí algo más valioso que mi vida.

  Comenzó una algarabía de peticiones, análisis y comentarios. Thalion intentó poner orden, pensando tácticamente en acabar con el mayor número de fuerzas del mal. Altair, temiendo que tuviese que ver con su maldición, se propuso hacer de cebo viviente escudado por Geoffrey. Dánae se preocupó de los heridos y los prisioneros que con ellos llevaban, asegurádose Wonillon de que él no fuera contado como tal, puesto que no quería dejar pasar esta oportunidad de demostrar su utilidad. Jamie pugnaba por encontrar a su familia para asegurarse de que todos estaban a salvo, mientras Furnok quería llegar al primer sitio con gente para ayudar en la defensa.

  Al final, decidieron que el mago y su bien acorazado compañero harían la cabalgada con el Padre Terjon, separándose éste al llegar al puesto comercial. Mientras Dánae, Alastar y Maia escoltaban a los heridos y al prisionero a la torre, encargándose el explorador de proteger al escudero, Thalion y Wonillon avanzarían en sigilo emboscando a los adversarios que encontrasen. Parecía que el primer fuego estaba en el campamento de los constructores de la torre, el segundo en las cercanías de la posada y el tercero en la zona de la casa del carretero, cuya madre limpiaba y cocinaba para los aventureros.

  Justo antes de ejecutar su plan, cuando estaban acercándose a la muralla en construcción, unas sombras aparecieron recortadas a contraluz de los incendios. Thalion contuvo su impulso de disparar, y Altair avistó y descubrió que se trataba de unos comerciantes que estaban intentando salir de la villa dejando atrás sus carretas. En mitad del diálogo, de la parte alta de la construcción del castillo salió un grupo de gente con antorchas, preparándose para defender la posición. El padre Terjon salió a su encuentro llamando la atención, y como si de un milagro del propio San Cuthbert se tratase, Dánae aumentó la luz alrededor del buen clérigo para que fuera identificado por los constructores. Una flecha voló antes de que pudieran hacer nada, pero por suerte erró en el blanco clavándose a los pies de su montura. Rufus apareció escoltado por algunos de sus hombres, y se hizo cargo de heridos y prisioneros, además de Furnok que se quedó para ayudar en la defensa.

  Entonces ejecutaron el plan. El padre Terjon encabezó la cabalgada, seguido del caballo de Geoffrey quien llevaba en su grupa al buen mago. La idea de usar la maldición del mago como cebo se vio truncada, pues éste se vio extrañamente poseído por el poder del dios de los osgos, descendió del caballo en plena galopada, evitando hacerse daño sólo por la agilidad de su jinete. Casi como si la noche les envolviese, un grupo de dichas criaturas salió de la oscuridad, y acorraló al mago quien agitaba cortando el frío de la noche el lucero del alba portador de su funesto destino. Geoffrey consiguió entrar con su montura y descargó el filo de su arma contra uno de los osgos, pero su sorpresa fue mayúscula cuando se dio cuenta de que no usaba
a Cortafrío, sino la espada profanada que había conseguido cuando Altair tomó su maldición. Antes de que llegasen a ayudar sus compañeros, los dos aventureros y el Padre Terjon se encontraron luchando contra cuatro osgos, seis ogros y un troll, siendo uno de los ogros un sacerdote de algún dios oscuro. La lucha fue encarnizada, llegaron los aventureros y sufrieron graves heridas, pero no cejaron en su ataque hasta acabar con los malvados. Mientras, Dánae avanzó por la foresta, con sus sentidos realzados, esperando coger a los enemigos combatientes por un lado no resguardado. Le seguía Spugnoir, cuyos conjuros de combate ya había usado. Emboscado entre los árboles encontró una figura embozada en la capa del Templo del Fuego, que estaba esperándole para atacarle. Dánae le sorprendió y esta figura usó un extraño anillo que lo hizo invisible.


  Vencidas las amenazas, decidieron modificar de nuevo el plan. Desde la nueva posición discernieron que los otros fuegos estaban consumiendo el molino y la casa de la villa. Siguiendo como un frente, el Padre Terjon fue escoltado por Geoffrey, mientras los compañeros avanzaban lo más rápido que podían hasta la posada. Poco faltó para que la pareja inicial fuera emboscada, sin duda la velocidad de sus monturas evitó el ataque, pero los sentidos aún agudizados de Dánae avisaron justo a tiempo al segundo grupo, que vio que sobre ellos saltaban dos licántropos en forma híbrida, como aquellos que fueron responsables de la muerte de Salmeifer. Este encuentro fue rápido, y aunque otro más se unió a la lucha sólo uno escapó vivo. Decidieron no perseguirle porque la maldición de Altair se volvió a activar. Y es que en mitad de la escolta de Geoffrey, éste fue poseído por su espada profanada. Pasando cerca de la casa de la villa, desmontó y su caballo siguió el camino acompañando al Padre Terjon. Ante él, un grupo bastante numeroso de osgos, encabezado por dos sacerdotes y otro de mayor tamaño que los demás que portaba un lucero del alba que
brillaba con un azul oscuro. Los sacerdotes lanzaron un hechizo, que generó pavor en el corazón de Geoffrey, pero la espada hizo que su cuerpo hiciese frente a la amenaza tomando el control. Cuando estaban a punto de llegar a encontrarse, la más temible de las amenazas se dio la vuelta y salió corriendo hacia el otro lado, corriendo para salir al encuentro de Altair. Los otros osgos hicieron frente al guerrero, quien sesgó la vida de uno antes de que pudiera hacer nada. Dos figuras humanas embozadas también con la capucha del templo del fuego salieron de detrás de la casa de la villa y se dirigieron hacia el combatiente. Los osgos que contra él luchaban, abandonaron la lucha contra el caballero, quien quedó enfrentándose contra estos dos nuevos enemigos. La cosa parecía perdida para los aventureros: todos menos Dánae portaban graves heridas, Spugnoir y Jamie habían entrado en la posada de donde surgía sonido de batalla, Maia no tenía conjuros con los que ayudar en ese momento, Altair parecía sumido en un trance horrible y Geoffrey había sido atravesado de un lado a otro debiendo caer fulminado pero en planta y aún combatiendo a causa de la acción de la espada.

  Pero llegó el amanecer, y con él la magia de los sacerdotes osgos menguó. Todos menos el campeón del mal huyeron, y gracias a la rapidez tanto de Wonillon como de Alastar y a las curaciones de Dánae pudieron salvar la vida de Geoffrey, quien hacía frente él solo a los agentes del Templo del Fuego. Acabaron con uno y el otro se rindió, mientras Altair y Thalion acababan con el campeón Osgo.

  Interrogaron al prisionero, para saber a lo que se atenían. Éste había sido contratado por Wat bajo las órdenes del Prefecto Allrem hacía un mes, tras el primer ataque al Templo del Fuego. ¡Otis había avisado a los aventureros y cuando asaltaron la segunda vez al interrogar a Wat algo había dicho! Tras en encargo, había conseguido a otros dos hombres, a quienes había introducido en la fé a dicha encarnación malvada, y había ido a buscar a la tribu de los Osgos de donde tomaban refuerzos. Allí encontró a un sacerdote del dios de los osgos, que había venido escoltado por varias tribus que buscaban venganza por la profanación de su templo y el robo de un objeto sagrado para ellos. Al parecer, estaban organizando una cruzada de su dios, y siguiendo una profecía debían unir fuerzas. Eso hicieron, pero este agente del Templo del Fuego decidió no tuvo opción de volver a reportar, puesto que en las siguientes semanas los cultos humanoides se fueron uniendo a otros afines, preparando una fuerza de choque bastante potente. Mientras los goblins y licántropos saqueaban, una manada de dinosaurios del tamaño de un caballo ligero que habían capturado irían sembrando el caos acompañados de incursores osgos y de un temible Ettin. Aprovecharían esa confusión para dañar todo lo posible el pueblo, quemando el molino y las casas menos protegidas, las de los trabajadores, y generando el tercer incendio en el punto que eligiese el campeón de los osgos, quien estaría toda la noche en un trance provocado por su dios, sabiendo que así podrían enfrentarse al portador del arma robada. El prisionero no sabía que sus contratantes habían perecido.

  Las ropas de Altair estaban rasgadas. Algo había producido un extraño cambio en su cuerpo. Había crecido casi diez centímetros, y sus orejas habían aumentado también de tamaño, voviéndose algo picudas y creciendo un extraño pelo blanco detrás de ésta. Pero no había apenas tiempo para averiguar qué estaba ocurriendo. Jaroo y Tanak aparecieron, para asegurarse de que estaban bien. Geoffrey había caído al suelo con su vida pendiendo de un hilo, no pudiendo moverse sin ayuda. Había que atender sus heridas, por lo que fue llevado al Templo de San Cuthbert donde se estaba prestando auxilio a todos los heridos que se podían. Allí encontraron al Padre Terjon y a Calmer atendiendo a los habitantes cercanos. La familia del carretero al completo había conseguido salvarse, así como casi todos los habitantes del noroeste del pueblo, siendo la única gran baja el buen Melubb, debido a que el puesto comercial fue el primer sitio que asaltaron, dejando sus difuntos guardianes y perros entrenados varios goblins y un par de osgos como bajas del enemigo. En el suroeste no habían sobrevivido tantos, habiéndose hecho fuertes en la posada y falleciendo toda la familia de Elmo salvo su madre, y la de Jamie, sobreviviendo sólo su hermana Salma. Pero donde más gente falleció fue en el campamento de los constructores, salvándose prácticamente aquellos que se acercaron a Los tejones de Burne y ayudaron a la defensa del castillo.

  Habían sobrevivido a un asalto capaz de poner en jaque pueblos mayores. Pero habían tenido que pagar un precio demasiado alto.

   Las labores de reconstrucción fueron arduas, y todo el mundo ayudó. Thalion se encargó de buscar al ingeniero constructor, y de dar la noticia a Otis del asalto y las bajas. Otis entonces tomó su caballo y corrió a Hommlet, donde se abrazó a Elmo confirmando la sospecha de que eran hermanos. Dánae y Solamon ayudaron con las curaciones, mientras que Altair y Maia viajaban a Verbobonc a pedir ayuda a la iglesia de Trithereon y al vizconde en persona. Y una noche, como bien deseaba el mago, consumaron su amor en una taberna. Elmo dirigió expediciones de castigo acompañado de Wonillon, Furnok y Spugnoir a los campamentos humanoides cercanos, enfocando su dolor como cada uno podía.

  Tras un par de semanas de descanso, Altair llegó al pueblo acompañado de una comitiva de casi cincuenta personas, que había ido captando Maia en Verbobonc para que ayudaran a levantar de nuevo Hommlet, entre los que había un sacerdote de Pelor y una sacerdotisa semielfa de Ehlonna. Decidieron partir hacia el templo aprovechando que habían llegado Los tres días de Boccob, cuando los magos arcanos tenían apogeo en sus poderes. No es que deseasen dejar atrás su dolor en una expedición, sino que sabían que cuanto más tiempo dieran a las fuerzas del mal, más duro sería su próximo ataque. Wonillon aprovechó para contar a los aventureros la desventura en que sus amigos perecieron y él, al huir, cayó prisionero del templo del agua, dando la localización exacta y el acceso al mismo, además de avisar de una trampa con gárgolas y una criatura gigantesca de piedra sobre ruedas que acabó con la mitad de su grupo antes casi de empezar el combate.

Otis
  Alastar y Thingur se separaron del asalto para con los mercenarios asegurar la ruta a Verbobonc por parte de los mercaderes, Elmo Furnok y Spugnoir batieron las cercanías, mientras que el recién añadido Groosuk, el forzudo semiorco, acompañó a Dánae, Altair, Thalion, Geoffrey, Maia y Wonillon partieron hacia el Templo del mal elemental. Cuando llegaron a Nulb, donde ya no residía la Canonesa Y'dey, fueron a ver a Otis como siempre. Éste les comentó que los ataques y captaciones se habían recrudecido en la aldea, habiendo luchas entre las distintas facciones del templo en plena calle al amparo de la noche. Además, desde hacía una semana, El hostal de la orilla había cerrado tras encontrarse una cadavera medio calcinada empalada a la entrada, y nada se sabía de los demás que trabajaban con Wat. El propio aprendiz de Otis había desaparecido con su familia, y Otis les insistió en que quizás urgía entrar en el tercer nivel del templo y que cuando lo hicieran le avisasen para que fuera con ellos.

  La llegada al recinto del templo se produjo por los cauces de siempre. Al llegar a la cueva, en la cual está el único acceso que conocían al tercer nivel inspeccionaron si había huellas recientes, pero quizás por la ausencia de Alastar y Elmo no encontraron nada. El verdadero conflicto se produjo cuando flanqueaban el edificio principal, ya que una jauría de decenas de ratas salieron prestas a atacar a los aventureros centrando sus ataques, sobre todo, en el mago. Al grito de "¡corred!" de Thalion todos le obedecieron, menos el semiorco que prefirió quedarse para intentar tapar la salida de las infestas criaturas. Al ver a su compañero rodeado de ratas, fueron en su defensa, sufriendo varios ataques y repeliendo con la utilización de un conjuro del mago a las criaturas.

  Cuando llegaron al interior, se atrincheraron en una de las zonas que consideraban más seguras, y allí pudieron recibir las pertinentes curaciones de Maia, Dánae y Geoffrey. Comenzaron a explorar lo que conocían del Templo de la Tierra, pero todo parecía desangelado, y por las zonas en las que se movieron no encontraron más que una trampa bastante nueva y todo lo demás desierto. Dejaron a Groosuk cubriendo la retirada, y procedieron a explorar la última de las habitaciones que encontraron, una sala con suelo de arena y piedras sueltas de planta cuadrada de veinticuatro metros de lado. En el centro de dicha sala, sobre una pequeña pirámide, un altar estaba presidido por una persona muerta. Al entrar, una figura antropomórfica de tierra y piedra de casi tres metros de altura surgió del suelo, golpeando con una violencia tremenda a Thalion, estando cerca de acabar con su vida. Geoffrey se volvió a ver poseído por su espada y comenzó a atacar a diestro y siniestro, siguiendo sus compañeros prestándole ayuda. Pero parecía que casi todas las armas eran ineficaces salvo las espadas que Geoffrey portaba, levemente las explosiones provocadas por el arma ígnea de Thalion y la daga de Wonillon. Éste cayó violentamente cuando los brazos de dicha criatura aplastaron su cabeza como quien rompe un melón. Otras tres figuras aparecieron en distintos lados de la sala y cuando alguno se acercaba, era atacado con la violencia de estas criaturas. Dánae usó su poder produciendo pequeños estallidos ígneos, mientras que Altair usó su magia, para terminar con uno de ellos y hacer serio daño a otro.

  Consiguieron desarmar a Geoffrey, provocando así la huída de éste al intentar recupear su espada. Mientras tanto, Dánae se dio cuenta de que las criaturas que el mago había dicho eran Elementales de Tierra se habían ido moviendo en todo momento a través de un ciclo exacto, por zonas concretas, de modo que se podrían desplazar por parte de la sala sin recibir ataque alguno o previendo dónde iba a aparecer alguna de las tres criaturas supervivientes para hacerle frente. Calmado el guerrero, recuperaron el cuerpo de Wonillon mientras el mago inspeccionaba la magia a cierta distancia de lo portado por el difunto sacerdote malvado. Al hacerlo, se percibió de que enterrados había objetos mágicos, obteniendo una cota de anillos y quedando otras dos zonas sin poderse registrar. Dánae obtuvo mediante la capacidad de mover objetos con la mente una maza mágica que portaba el sacerdote, dejando al estar más allá del alcance de su poder la armadura que éste llevaba puesta. Además, agudizando sus sentidos pudo percatarse de que había sido asesinado por un veneno.

  El templo de la tierra había caído. Y todo parecía apuntar a la alianza del templo del agua con el templo del aire.