sábado, 26 de noviembre de 2011

Capítulo 4º Profecías en la corte

  La llegada a la ciudad de Verbobonc supuso un cambio agradecido. El puerto animó el corazón de Altair, sabiendo que podía llegar a enviar mensajes a su familia a Radura, cosa que hizo con toda la premura que pudo,. Dánae podría ponerse en contacto con la suya en Falcongrís, y Geoffrey estaba cada vez más cerca de ver cumplido su sueño de ser nombrado caballero.


   La recepción en el castillo fue bastante pomposa. Primero conocieron a Sir Falcefar, un noble caballero al servicio del vizconde, responsable de la seguridad fuera de los muros. Comentó a los héroes que desde los ataques de hacía un año, el tránsito de rutas comerciales desde el sur se había reducido, incrementando por tanto los comercios desde el mar, lo que empobrecía en parte al territorio puesto que gran parte de los beneficios iban a las tierras de Furyondia. Lo que el buen noble claramente quería era amenizar la espera de los héroes, haciéndoles ver el buen servicio que habían prestado.

  Por suerte, la espera no fue larga. Y el Vizconde Willfrick en persona los recibió. Públicamente encomió la labor de los aventureros, y les invitó a pasar la cena en compañía de sus más allegados, y que disfrutasen de la hospitalidad de su castillo. Además estaría como invitado Valdren, el obispo de Veluna del culto de San Cuthbert, quien había venido de visita al oír las noticias llegadas de Hommlet. Al lado de Willfrick, el obispo de Trithereon, la catedral local, se removía inquieto en su asiento.

  Geoffrey fue llamado por Sir Falcefar. Al parecer, Elmo rendía cuentas ante él, y lo que le había contado de la lucha en La Barbacana del Foso sobre la nobleza y rectitud del iniciado de Heironeus habían calado en el alma del buen Falcefar. Por lo que le contó, el Vizcondado de Verbobonc negaba la ayuda de La orden del Venado, percibiéndola como una ocupación por parte del Archiclerigado de Veluna. El vizconde, con ello, estaba condenando a las fuerzas del bien y a las buenas gentes, ante una amenaza tan terrible como la que azotó esta tierra hacía una década. Con el resurgimiento de la misma, quería saber si podría contar con Geoffrey como posible agente de La Orden del Venado, prometiéndole que si sus hazañas se mostraban ser dignas como tal sería nombrado cabalero. Viendo cumplirse sus sueños más deseados, Geoffrey aceptó, quedando tras la cena para recibir instrucciones.

  La velada fue agradable. Los aventureros no dejaban de recibir comentarios elogiando la labor que habían hecho, y consejos sobre qué hacer a partir de ese momento. Éstos se podían resumir en un concepto, que era que la amenaza era demasiado peligrosa para un grupo como el suyo, y que lo que mejor podían hacer era dejar pasar el tiempo, dejar que los agentes del reino acabasen con lo que quedase. La preocupación por su seguridad era sincera, no se trataba de intentar desviar su atención, y así lo percibieron.

  Después de la cena, Brend se acercó al obispo de Veluna. Portando el recién conseguido sello de Rannos Davl, preguntó qué podían ser las letras inscritas en el mismo. Algo nervioso, intentó desviar la pregunta, pero la firmeza del clérigo de Heironeus hizo que el buen Valdren se ablandara ante su petición, no sin antes recordarle que se necesitaría un poder mucho mayor que el que ellos tenían para acabar con esa amenaza.

  Al parecer, El templo del mal elemental implicaba un peligro mucho mayor del que pensaban. Prometiendo la adoración corrupta de los cuatro elementos, la gente de corazón corrupto y los humanoides acudían al centro de la perdición del alma, cayendo en la trampa de servir a una entidad mucho mayor, cuyo nombre pocos conocían: Tzuggtmoy. La mayoría de los sirvientes del antiguo templo se sentían atraídos por el poder de uno de los cuatro elementos, y sólo los mejores de cada uno era llevado al culto mayor, que se sabía que estaba dominado por la propia diosa. En la batalla de los Praderas Emridy acabaron con gran parte de las criaturas. Pero ni siquiera estando con ellos Serten, un miembro del Círculo de los Ocho de Mordenkainen y uno de los más poderosos clérigos de San Cuthbert, pudieron acabar con la diosa oscura. Ésta quedó atrapada dentro del antiguo templo, y al parecer tiene una manera de mandar sus nuevos agentes a hacer el mal.

  Mientras el corazón de Brend se sobrecogía por tan siniestra historia, su compañero Geoffrey era iniciado como agente de La Orden del Venado. Sir Falcefar le indicaba el siguiente paso a seguir: ir a la ciudad de Nulb y ponerse allí en contacto con el agente que tenía infiltrado: el herrero. Nulb era un lugar abyecto, lleno de maldad y vileza, por lo que recomendaba tener mucho más cuidado que con Hommlet. No se habían tomado acciones contra esta villa porque se pensaba que en ella había buena gente que no debía pagar porque entre sus convecinos hubiese agentes del mal, y por ello había infiltrado hacía años a dicho agente, para que pudiera cribar a quién se podía llegar a salvar.

  A la mañana siguiente, todos se reunieron preparados para irse. Bueno, todos no, al parecer faltaba Altair. Mientras esperaban, discutieron qué podían hacer, y ninguno parecía dispuesto a dejarse amedrentar ante la amenaza de una diosa del mal. ¿Pero qué opciones tenían? Infiltrarse en Nulb fue directamente descartado, estando a sólo unas horas a caballo de Hommlet podían permitirse quedar en dicha aldea y a partir de ahí hacer las incursiones pertinentes. El templo no sería difícil de localizar, y aunque Alastar se proponía a batir el terreno hasta encontrarlo, Geoffrey dijo que tenía un contacto en Nulb que podía indicarles el camino.

  Y cuando estaban empezando a preocuparse por el retraso de su compañero, Altair apareció en la distancia, corriendo y portando un pergamino. Con su llegada el día anterior, un pergamino mágico conseguido en la batalla del Templo del Mal Elemental había mostrado su contenido, oculto mediante algún encantamiento. Y ese contenido era una profecía, que traducida por él y los otros magos esa noche había dado al siguiente texto:



  "Los Dos unidos, en el pasado,
  un Lugar por construir y conjuros por lanzar. Su poder creció, y conquistó la tierra y a las gentes a su alrededor, tal como habían planeado.
  Una llave sin cerradura ellos hicieron de oro y gemas, y la cubrieron de conjuros: un instrumento para ser empuñado por hombres, para forzar a los poderes del Bien a someterse.
  Sin embargo, llegaron ejércitos, sus armas desnudas, mientras el mal aún no estaba preparado.
  El Ciervo fue seguido por las Coronas y la Luna, y gentes de las ciudades.
  Los Dos fueron divididos; uno escapó pero Ella, cuando llegó el día del juicio, rompió la llave y guardó las piezas en cuatro cajas, con mágicas cerraduras.
  Al hacerlo, Ella quedó atrás mientras Él escapaba. Fue encerrada entre los suyos; su guarida se convirtió en su prisión y desesperación.
  El Lugar fue derruido, destrozado y olvidado, encadenando el corazón del poder del mal – pero la llave nunca fue encontrada entre los escombros.
  Él no sabe donde mora Ella en nuestros días. Ella prepara el camino de sus esbirros, el modo de levantar de nuevo Su Templo
  con herramientas de carne, con hombres mortales.
  Muchos se han ido ya para morir en agua, llama, en tierra o cielo.
  Ellos no dieron con la llave de los ancianos que debe ser encontrada – el orbe de oro.
  Ten cuidado, amigo mío, porque tú fracasarás, a no ser que tengas los medios para buscar y encontrar las cuatro cajas, y entonces escapar para siempre jamás.
  Pero con la llave, podrías conseguir echar abajo Su poder y codicia.
  Destruye la llave y, cuando lo hayas hecho, regocíjate, habrás ganado la batalla."

domingo, 20 de noviembre de 2011

Capítulo 3º Espías entre nosotros

"Querido señor oscuro.

Nuestra causa está pronta a hacer un gran progreso. Las últimas incursiones han denotado ser fuertes, y nuestros tres agentes en Hommlet nos mantienen bien informados de todos los progresos. El último no es más que un mensajero que hemos conseguido incluir entre los trabajadores del castillo, pero es quien nos trae las nuevas y responde directamente ante mí.

Vamos a realizar una nueva incursión. Intentaré mandarle esta carta lo antes posible, para que sepa de nuestros progresos. En caso de que todo vaya bien, podrán comenzar a mover las cosas a partir de la próxima estación, y las fuerzas del Templo del Mal Elemental resurgirán bajo sus órdenes.

Le agradezco a usted y a Nuestra Señora la confianza que han depositado en mí. Espero ser digno de ella.

Con todo mi respeto,

Lareth, el Bello".

Un escrito así dejaba pocas dudas. El Templo del Mal Elemental estaba resurgiendo, y había agentes infiltrados en la aldea de Hommlet. De camino de vuelta a la aldea, los héroes compartieron sus sospechas con el padre Terjon y con Jaroo. Tras analizar quién había dicho qué las diversas personas del pueblo llegaron a dos posibles sospechas: Kobort había estado trabajando para los agentes del mal y tenía aliados dentro del pueblo o Rannos Ravl o Gremag habían pasado información.

Dánae propuso investigar lo segundo convirtiéndose en un cebo viviente. Y, aunque no se lo había dicho a nadie, había comenzado a manifestar unos poderes extraños que estaba aprendiendo a controlar. ¿Se trataría de una bendición de los señores oscuros que querían tentarla?

Rannos Davl
Cuando llegaron a Hommlet no tardaron en ejecutar el plan. Dánae fue al puesto comercial a vender las cosas que había conseguido, y se jactó delante de los comerciantes de que ella había acabado con un temible líder, cuyo nombre habían averiguado que era Lareth. El torpe y obeso Rannos Ravl elogió la hazaña, que permitía una ruta comercial más segura y mayores ingresos para toda la villa. Por la noche, el grupo se ocultó en las cercanías de la tienda. Un hombre embozado salió por la ruta hacia Verbobonc, y cayó profundamente dormido ante un encantamiento de Altair. Fue registrado y encontraron una carta escrita en unos extraños caracteres, completamente incomprensible. Otro hechizo del buen mago permitió revelar su contenido: un asesino tenía que ser contratado para acabar con la vida de la pícara. Llevaron al portador de tan siniestra carta a un interrogatorio, del que no pudieron sacar nada en claro, puesto que había sido contratado por un viajero para llevar esa misiva a una posada en Verbobonc, debiendo dejarla bajo un barril de desperdicios en su callejón trasero.

Llegaba el momento de actuar. Expusieron su caso ante el consejo del pueblo, en una reunión secreta del mismo. Pero antes de hacer nada se necesitaban pruebas. Rufus y Burne dijeron que el Vizconde de Verbobonc tendría que saber de esto, y propusieron que sus hombres generarían una distracción para averiguar quién era el agente entre los trabajadores. Mientras estaban ocupados en esto, los aventureros debían reunir las pruebas incriminatorias contra los comerciantes.

A la mañana siguiente, los Tejones de Burne dirigieron una operación secreta, lo suficientemente visible para que generase sospechas entre los trabajadores al salir casi todos a la expedición. Geoffry, Turuko y Resnis entretuvieron a Rannos Davl y a Gremag mientras Dánae registraba sus aposentos. Para acceder, la pícara se transformó en una sombra, cosa que extrañó bastante a su compañero Brend quien fue testigo de tan extraño suceso. Dánae registró la habitación y encontró un cofre, el cual sacó para que viesen los demás. Terminada la distracción todos se reunieron a inspeccionar las pruebas, no existiendo ya ninguna duda: un atuendo como los localizados en La barbacana del foso y un anillo-sello con las letras ZGTMY.

Gremag
Decidieron presionarles para sacar una confesión. Entraron en la tienda y acorralaron a Rannos Davl contra una esquina, quedándose junto a él Turuko y Altair. Dánae y Geoffry apartaron corriendo a Gremag para que no pudiese evitar la confesión, mientras Brend retenía al mozo y sus otros compañeros esperaban fuera por si intentaba alguno fugarse. Rannos mostró una gran sorpresa al enseñarle los enseres, y dijo que podía ser cualquiera de su tienda, incluido Gremag. Éste preguntó que dónde habían conseguido eso, y Dánae le indicó que en la habitación que ambos tenían, donde también dormía el mozo. Al salir de la habitación, Gremag apuñaló a Geoffrey entre las costillas, dejándolo inerte en el suelo. Dánae intentó salvar a su compañero dando tiempo al villano a encerrarse en la habitación, pero teniendo éxito al evitar su muerte por poco. Brend y Altair dejaron lo que estaban haciendo y abrieron la puerta, encontrando la habitación vacía, pero con un pequeño pasadizo abierto por lo que comenzó una persecución. Turuko comenzó entonces a golpear a Rannos, intentando sacarle así una confesión, y Dánae dejó a Geoffrey convaleciente viendo que el monje parecía tener la situación controlada, para seguir a sus compañeros.

Espada de Rannos Davl
Geoffrey comenzó entonces a abrir los ojos, recuperándose, sólo para ver cómo el gordo Rannos Davl mostraba una agilidad inusitada para sacar de debajo de la mesa una espada corta y atravesar con ella el corazón de Turuko. El caballero, aún sin haber recuperado las fuerzas, se encaró contra el comerciante, quien se lanzó al ataque pensando que la vida del adorador de Heironeus pendía de un hilo. Y no se equivocaba, pero el dios de la caballería no dejó a su adorador en la estacada, y sus plegarias se hicieron fuertes hasta dar tiempo a sus compañeros a volver tras haber aprisionado a Gremag.

Además de a Turuko, los agentes del mal elemental se llevaron consigo a cuatro miembros de Los tejones de Burne. Jaila decidió partir: ella estaba hecha para cabalgar y vencer así a sus enemigos, no para entrar en cavernas lúgubres y poco espaciosas, por lo que aprovechó el haberse solucionado este tema para irse hacia el oeste.

Elmo volvió aquella noche. Había reportado al Vizconde y éste deseaba encontrarse en persona con los aventureros para recompensarlos. Por tanto, podían ir a verle ahora escoltando ellos mismos a los prisioneros.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Capítulo 2º La barbacana del foso

  A primera hora del amanecer se vieron los aventureros con sus nuevos aliados, Kobort y Turuko, desayunando en la posada. Las puertas de la misma se abrieron con un estruendo, que sin duda despertó a los que la noche anterior habían aguantado más tiempo. En el umbral, una figura tosca y pertrechada, con un hacha de batalla colgando del cinto, se mostraba intimidatoria. Pero toda tensión del ambiente se disipó cuando expresó sus primeras palabras, con torpe ceceo y mal graciejo.

  Elmo, el explorador del pueblo, se presentaba de manera campechana causando una buena reacción en todos los varones del grupo, y no tan buena entre sus hembras. Kobort y Turuko se negaron a que les acompañase, pero el resto de los aventureros impusieron la presencia del que parecía ser la mejor, pues tanto conocía la localización de La barbacana del foso como podía guiar por senderos extraños, siendo quien con más detalle conocía las cercanías.

  Antes de abandonar la aldea, cuando estaban pasando junto al castillo en construcción, unos soldados se acercaron y pidieron a los aventureros que esperasen. Al cabo de un rato apareció uno más veterano y mejor equipado que los demás, presentándose como Rufus, el socio de Burne, líder de Los tejones de Burne, un grupo de mercenarios al servicio del Vizconde de Verbobonc que se encargaban del orden y la defensa de la aldea. Preguntó por las intenciones de los aventureros y les avisó de que lo que obtuviesen de los bandidos tenían que presentarlo ante ellos, pues algunos bienes habían sido robados a gente de la localidad.

  El viaje fue rápido y poco accidentado. Cuando se acercaron a la puerta, la indecisión hizo miedo del grupo: ¿usar tácticas que fuercen la salida de los bandidos? Ninguna funcionó. ¿Acercarse cubriéndose en lo posible en la espesura? Parecía la mejor opción, pero esta edificación se había hecho para la defensa y se hallaba en un claro del pantano, quién sabe cómo se habría podido construir ahí, por tanto el acercamiento parecía casi inviable.

  Bordeando el foso, pasaron cerca de un estanque, del que unos sapos gigantes saltaron, pillando por sorpresa a los aventureros. Pero unos tajos de Geoffry y Kobort acabaron con esas asquerosidades.

  Cuando llegaron a la puerta, vieron a unos bandidos en fuga. Una rápida carrera hizo que no pudieran dar la alarma, acabando con su vida y preparándose para asaltar el interior. Allí pillaron por sorpresa a los bandidos, y pudieron acabar con ellos sin sufrir baja alguna. Registrando las pertenencias, Alastar encontró un pasadizo que se adentraba a los niveles inferiores. Ataron a los bandidos supervivientes y comenzaron a bajar.

  Lo primero que se encontraron fue con dos puertas secretas, una a cada lado. Decidiéronse a abrir la occidental, tras escuchar una profunda y fuerte respiración. La sorpresa fue mayúscula cuando se encontraron a un ogro, que reaccionó ante su ataque. Pero muchos eran los que habían tomado la ofensiva y, por suerte, no llegó a hacer mucho daño antes de caer. En una habitación adyacente tenía tres prisioneros, dos mercaderes y un gnomo, quien recompensó a Dánae con un anillo de la amistad de los gnomos cuando los liberó.


  Uno de los mercaderes había perdido una pierna, devorada por el ogro. Los héroes lo subieron y lo dejaron al cuidado de Resnis y Geoffry, equipándolos y preparándolos por si tenían que huir.

  La exploración continuó, encontrando decenas de armas y armaduras preparadas para ser usadas en cualquier momento. Esto no era cosa de los bandidos, sino de alguien más, parecía que se estaba preparando un pequeño ejército. Además, encontraron unas extrañas túnicas negras con bordados dorados de una pupila con un escarabajo en su centro, y una calavera por el otro lado.

Avanzaron con cautela, pero se vieron asaltados por unos muertos reanimados por oscura magia, que provocaron el caos. Dánae aprovechó para buscar otra ruta de salida ante el temor de ser acorralados por criaturas que parecían no recibir apenas daño de los hábiles lanzazos de Jaila, lo que se convirtió en un error que podría haberle costado la vida: una sustancia verde cayó sobre ella y empezó a hurgar en su carne devorándola a su paso.
Mientras Alastar, Elmo, Turuko y Kobort apoyaban a la amazona, Altair dio con la clave casi apenas sin tiempo para salvar a su otra compañera. Brend aprovechó para subir detrás de su compañera, y se vio asaltado por una hueste de ratas. Bajó corriendo y Altair le salvó usando un encantamiento que las dejó durmiendo en el suelo. Dánae estaba agonizando, por lo que Brend llamó con fuerzas a su dios Heironeus y gracias a la labor de mago y clérigo pudieron estabilizar a su compañera, tan sólo a unos segundos de haberse convertido en otra masa verdosa.

  Pero privados de la fé de Heironeus y los milagros de su sacerdote, apenas podían contener a las criaturas. Elmo pidió a sus compañeros que salieran, y se quedó asestando golpes mientras los demás subían por las escaleras que habían quedado fuera de peligro.

  Volvieron al pueblo, con las malas noticias de que una fuerza se estaba haciendo fuerte en la zona. Elmo se llevó aparte a Brend, y le dijo que no hablase con nadie de lo que había ocurrido, que temía que los que estaban preparando eso tuvieran infiltrados entre la gente del pueblo, por lo que pedía a tan noble sacerdote que guardaran con celo lo que habían descubierto y vigilara a sus compañeros, en especial a los que se habían unido a ellos la noche antes. Tras esto, prometiendo que volvería lo antes posible, tomó un caballo y se perdió por el camino del norte, rumbo a Verbobonc.

  Pero Brend, abrumado por los acontecimientos, se olvidó de mencionar lo que el rudo pueblerino le había dicho. Así que, cuando quisieron darse cuenta, sus compañeros habían mencionado cosas al Padre Terjon, a Jaroo, a Rannos Ravl y a Rufus. Y al joyero local y cambista local, Melubb, un hombre inquieto y algo indeciso cuyos ropajes de colores vívidos desentonaban con el estilo práctico de vestir del resto de las gentes.

  Kobort aprovechó para irse, parecía que había mucho más peligro del que estaba dispuesto a soportar. Su marcha por nadie fue llorada, ni siquiera por su compañero Turuko, quien se quedó para apoyar a los héroes.

  Fue Jaroo quien dijo que iban a organizar una leva. Un pequeño ejército en las cercanías, no podían permitir que se alzase. Así, dio unas horas a los aventureros para que avanzasen antes de que Foltis, el padre de Elmo, dirigiese a la milicia local hacia la zona, apoyada por los Tejones de Burne. Tras recibir las bendiciones el día divino, se fueron pronto a descansar.

 
Jaila y Altair aprovecharon la buena noche, con la inquietud del momento, para relajarse cada uno haciendo lo que en su tierra estaban acostumbrados. Ella, cabalgar a lomos de su montura. Él, pescar. Fue entonces cuando vieron una sospechosa figura en la otra orilla, que se movía al amparo de la oscuridad. Cruzaron a la otra orilla, maldiciendo el mago no tener ningún conjuro preparado porque se estaba preparando para la siguiente expedición. Interceptaron al espía, quien opuso resistencia. Jaila hizo todo lo posible para vencerlo sin acabar con su vida, pero la punta de su lanza atravesó el cuello del pobre desgraciado, sin poderlo por tanto interrogar.

  Alastar fue avisado, y rastreó la zona hasta encontrar una piedra que había sido movida hacía no demasiado tiempo, un poco al norte del campamento de los trabajadores del castillo. Pero no había tiempo de investigar, en unas horas debían partir o todo se habría estropeado.

  Llegaron a la Barbacana con las primeras horas del alba. Esta vez, sus pasos se dirigieron al pasadizo directamente. Allí, acabaron con los muertos restantes con gran celeridad, y encontraron otro pasadizo secreto justo en la habitación de al lado, que bajo una mesa de tortura aún tenía manchas de sangre demasiado recientes.


El camino condujo a una guarida de necrófagos, unos muertos vivientes más poderosos. Sin la valentía de Geoffry, sin duda hubieran perecido varios de sus compañeros. Pero el guerrero, malherido y con sus extremidades entumecidas por el veneno goteante de los zarpazos y mordiscos de las criaturas, pudo mantenerse firme hasta que los demás llegaron a prestarle apoyo.

  Osgos y Grantrasgos cayeron en el avance de estos héroes, e incluso un extraño crustáceo gigante que habitaba en una extraña fosa.


  Y fue en estas extrañas circunstancias cuando empezaron a elucubrar sobre quién podría ser un traidor. Las sospechas caían sobre el Padre Terjon, ¡pero cómo podía haberse producido algo así en un culto como el de San Cuthbert!

  En estas tribulaciones estaban cuando una trampa saltó. Los campesinos habían avanzado con varios de los líderes tanto espirituales como marciales. Y un rastrillo pesado había formado un tremendo ruido al dejarse caer, con un sonoro gong creado mágicamente para avisar a los defensores. Encerrados con los héroes, unos campesinos que seguían al Padre Terjon y otros que iban con el druida Jaroo se habían separado de los demás. Por suerte, encontraron una ruta de salida alternativa, por la que los líderes espirituales mandaron a sus acompañantes mientras se quedaron con los héroes a punto de explorar la única puerta que quedaba por abrir.

  Lamentablemente, no contaban ya con la sorpresa, y la táctica que habían reservado para esta entrada se vio frustrada cuando un clérigo malvado invocó un funesto silencio en la zona donde se hallaban nuestros héroes, de modo que no podían articular magia que les protegiese. Geoffry decidió cargar, seguido de su compañero, el sacerdote del culto al que él adoraba, Brend. Dánae y Jaila les siguieron, y tras éstos Turuko, Resnis, Jaroo y Terjon. Los demás habían ido con los campesinos a buscar ayuda.

  La situación se volvió más angustiosa aún. Las fuerzas del mal presionaban con soldados humanos que hacían una primera línea impenetrable de escudos,
justo delante del campo de silencio. Y, para más agobio, el agente impío lanzó otro encantamiento, que sumió en una temible oscuridad la zona donde estaban los aventureros. Geoffry avanzó todo lo que pudo, pero cuando pudo al fin ver algo, la brillante mano del clérigo malvado cayó sobre su rostro, haciendo que esta vez la ceguera fuese permanente.

  Parecía todo perdido cuando Jaroo salió de la zona de silencio, y pidió a sus compañeros que levantasen sus escudos. Pasara lo que pasase, oyesen lo que oyeran, no debían dejar ninguna brecha abierta para que perdiese la concentración. Mientras el padre Terjon usaba un milagro para devolver la vista al buen guerrero, Jaroo lanzó una plegaria a los espíritus de la naturaleza.

  Envueltos en la oscuridad, los gritos agónicos de los soldados del mal llegaban a sus oídos, ya fuera de la zona de silencio. No sabían de qué se trataba, pero apenas pudieron Brend y Jaila detener los embites. Por suerte, lo consiguieron. A la orden de Jaroo se encontraron que de la más de una decena de soldados sólo quedaban dos, el sacerdote y su lugarteniente. Dánae intentó ir por el primero, mientras sus compañeros se encargaban del segundo. Geoffry cayó malherido y fue atendido de nuevo por el Padre Terjon, pero fue suficiente para que Jaila acabase con su rival.

  Dánae no pudo evitar que su rival retrocediese hasta una habitación atrás, y se encerrase en ella. Intentó la asaltadora de tumbas forzar la cerradura, pero la tensión del momento hizo que no obtuviese los resultados deseados. Brend y Jaila derribaron la puerta a empujones y, al hacerlo, encontraron que no había nadie.

  Aprovechando la confusión, un invisible sacerdote del mal huyó, habiendo antes recogido los objetos más relevantes. Pero había dejado tras de sí una carta firmada por él, bajo el nombre de Lareth.


jueves, 10 de noviembre de 2011

Capítulo 1º La llegada a Hommlet

Era una mañana fresca de primavera, de la estación de Apresto (Readyng), cuando un grupo de curtidos aventureros llegaron a la aldea de Hommlet. Tras haber recuperado el cuerpo del príncipe gnomo Solgrís en las colinas Kron, habían tomado la carretera del norte que les llevaría a la buena villa donde sin duda sus capacidades serían necesarias. Al parecer, las rutas comerciales de dicho lugar estaban siendo asaltadas ocasionalmente por bandidos y humanoides, especialmente las criaturas de más de dos varas de altura conocidas como Osgos.
El grupo no tenía una cabeza visible. Todos eran tratados como iguales, desde el recto aspirante a caballero Geoffry hasta el bienintencionado ladrón mediano Resnis. ¡Grupo dispar! ¿Pero acaso no lo son todos los grupos de aventureros? Una experta en asaltar tumbas llamada Dánae, un mago marinero lejos de su barco que atiende al nombre de Altair, un reservado semielfo batidor con un resentimiento especial a los orcos en su corazón conocido como Alastar, una luchadora bárbara baklunia perteneciente a una lejana bautizada como Jaila; y por último Brend, un beligerante clérigo del dios de la honra, defensa, bien y caballería: Heironeus.


Llegaron por el sur, y allí conocieron a los primeros lugareños que les recomendaron que acercándose el atardecer lo mejor que podían hacer era ir a la posada de La bienvenida de la moza. Cuando entraron en este lugar, descubrieron un sitio acogedor y con un gran servicio, llevado por el posadero Hostler y su familia, que atendían con sumo cuidado a sus clientes. El servicio no era caro, y un par de noches se podían permitir quedarse allí, pero no más. Por tanto, decidieron comenzar a hablar con los lugareños sobre pistas para asaltar a los bandidos y traer la justicia. En la posada conocieron a varios aventureros
que prestaban sus servicios.

El primero fue Spugnoir, un mago más bien tímido y reservado que ofrecía sus servicios a cambio de quedarse con absolutamente todos los pergaminos que el grupo localizase. La reacción de los aventureros fue de rechazo, puesto que para eso tenían a Altair, pero Resnis llegó más allá y comenzó a expandir rumores sobre él, para así castigar su avaricia.

Luego llegó Furnok, un pillo que organizaba timbas de cartas en la taberna. Tras un mal encuentro de nuevo con el mediano, indicó al grupo que si alguna vez necesitaban a alguien que a cambio de una parte del tesoro se encargase de buscar trampas y explorar, lo tenían a él.


Posteriormente conocieron a Zert, un fornido combatiente que se ofrecía a acompañar a los aventureros a cambio de tesoro. Aquí se lo plantearon un poco más, pero su comitiva ya era demasiado amplia y el músculo ya lo cubrían Geoffry, Alastar y Brend.

En una esquina de la taberna observaban dos extrañas figuras. Se trataba de un corpulento guerrero junto a un extraño peregrino, o eso es lo que uno diría cuando los viera. Hablando entre ellos y señalando a los aventureros, se acercaron al grupo cuando estaban cerca de salir a averiguar posibles aventuras en el resto de la villa. Kobort y Turuko, se llamaban, y se ofrecían a conducir a un nido de bandidos a los futuros héroes a cambio de una parte de su recompensa. Turuko era un suelio de tez amarillenta y pelo blanco que decía que su cuerpo era toda arma necesaria, y Kobort les dijo que le tratasen como a un mago. No es que les hiciera mucha gracia, porque tendrían que dividir el tesoro entre menos gente, pero decidieron aceptar su ayuda a cambio de que les llevara a la guarida de los bandidos.

La tarde llegaba a su fin, y con ella las últimas posibilidades de relacionarse con las autoridades locales. La piedad que tanto caracterizaba a Geoffry y, como es lógico, a Brend, les condujo a presentar sus respetos a las autoridades eclesiásticas.

San Cuthbert
Como esperaban en estas tierras tan al oeste de la ciudad de Falcongrís encontraron una iglesia de San Cuthbert, en la cual conocieron a su responsable, el padre Terjon, y a su asistente Calmer. Dadas las donaciones pertinentes para una plegaria procedieron a conocer el otro gran culto local, la arboleda druídica de La vieja Fé. Allí conocieron a Jaroo, un agradable druida, y a su compañero, un gran oso negro que custodiaba la arboleda. Éste les puso al día sobre el dividido liderazgo espiritual, puesto que muchos de los habitantes habían dejado los antiguos senderos tras la batalla contra el templo, anclándose al culto de San Cuthbert como un salvador.

De ahí fueron a equiparse, y no encontraron sitio mejor para hacerlo que el puesto de intercambio comercial. Un gordo y risueño mercader, conocido como Rannos Davl, les indicó que podían surtirse de todo lo que desearan para sus incursiones, incluidos luchadores y guardaespaldas. Su socio, un tipo callado y corpulento llamado Gremag, inspeccionaba a los mejores luchadores y los alquilaba a cambio de una tasa fija y, según él, baratísima.

Tras comprar lo básico y necesario volvieron a descansar. Ya tendrían tiempo de conocer al resto de las buenas gentes del pueblo cuando regresaran como héroes.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Prólogo: Hace diez años

  Era el año 569 A.C. Durante varias décadas el mal se había ido fortaleciendo en las cordilleras Lortmill, llegando a formar un ejército de adoradores de fuerzas primigenias, que habían estado asediando las cercanías de la aldea de Hommlet, en el vizcondado de Verbobonc. En cualquier momento podían asaltar a las pobres gentes de esta localidad, y de ahí dar el paso a la conquista de la capital, al archiclerigado de Veluna, y los dioses sabrán a cuántos más.

  Pero como nunca se había visto en la historia, un ejército del bien se levantó para defender a los indefensos, y acabar de una vez por todas con la hora de infestas criaturas, encabezando la cruzada el culto de San Cuthbert, y siguiéndoles los reinos humanos de Veluna y Furyondia, el reino enano de las montañas Lortmill, gmonos de las colinas Kron, e incluso el reino élfico de la raza de los grises de Celene.

  Muchas vidas se perdieron en esta lucha, en la que ha sido la batalla más gloriosa de toda la historia, conocida como La batalla de las Praderas Emridy. Tras esto, presionaron hasta hacer llegar al templo que estas criaturas habían creado, conocido como el Templo del Mal Elemental por el culto corrupto de estas criaturas, a un poderoso demonio, el cual fue atado y aprisionado en su interior.

  Unos héroes, conocidos como Burne y Rufus, dirigieron una expedición contra un último acuartelamiento, ubicado éste entre Hommlet y el templo, llamado la Barbacana del Foso. Allí acabaron con las últimas fuerzas visibles de este mal.

  Y llegó el momento de las duras decisiones. Cerca del templo se había creado una villa, llamada Nulb, nutrida de la mala calaña deseosa de servir al mal. Pero entre ellos también había buena gente, pescadores y campesinos, dispuestos a ganarse la vida honradamente. Al final, decidieron no tomar ninguna represalia contra este pueblo, y los distintos ejércitos fueron a sus tierras, a enterrar a sus muertos confiando en que no volverían a tener problemas.

  Burne y Rufus fueron recompensados por su hazaña permitiéndoles quedar como representantes del Vizconde de Verbobonc en un castillo cuya construcción comenzaría en breve. La canonesa Y'dey y su compañero Terjon también fueron recompensados con una bella iglesia destinada a su dios San Cuthbert, erigida en honor de Serten, clérigo de dicho dios y miembro de la Ciudadela de los Ocho, también conocida como "El círculo de los ocho de Mordenkainen".

  Los años siguientes comenzaron con la desaparición de la canonesa Y'dey, a la par que la prosperidad de Hommlet, que fue creciendo en tamaño gracias a la llegada de diversa gente. Nulb poco a poco comenzó a recuperarse.

 Un año antes del inicio de nuestra historia, comenzaron los rumores de avistamientos de humanoides, sobre todo orcos y osgos, y de asaltos de bandidos en el camino entre Hommlet y Nulb. Por suerte, todo cambió con la llegada de un grupo de aventureros.


Algunas aclaraciones básicas


Hola a tod@s:

Estoy preparando este blog para poder dejar constancia y facilitar el seguimiento de la partida por parte de mis jugadores. En verdad, voy a intentar narrar los acontecimientos para que cualquier persona interesada pueda seguirlos.

¡OJO! Éste es un módulo oficial, considerado como uno de los mejores de la historia del rol. Lo digo porque puede ser bastante spoiler y al leerlo ya perderéis la emoción de jugarlo.

Por otro lado, el propio módulo da la opción a la interpretación de muchas cuestiones y creación de tramas, por lo que a algunos Máster sorprenderá que haya planteado determinados cursos de acción.

Gracias de antemano. Espero que lo disfrutéis.