sábado, 26 de noviembre de 2011

Capítulo 4º Profecías en la corte

  La llegada a la ciudad de Verbobonc supuso un cambio agradecido. El puerto animó el corazón de Altair, sabiendo que podía llegar a enviar mensajes a su familia a Radura, cosa que hizo con toda la premura que pudo,. Dánae podría ponerse en contacto con la suya en Falcongrís, y Geoffrey estaba cada vez más cerca de ver cumplido su sueño de ser nombrado caballero.


   La recepción en el castillo fue bastante pomposa. Primero conocieron a Sir Falcefar, un noble caballero al servicio del vizconde, responsable de la seguridad fuera de los muros. Comentó a los héroes que desde los ataques de hacía un año, el tránsito de rutas comerciales desde el sur se había reducido, incrementando por tanto los comercios desde el mar, lo que empobrecía en parte al territorio puesto que gran parte de los beneficios iban a las tierras de Furyondia. Lo que el buen noble claramente quería era amenizar la espera de los héroes, haciéndoles ver el buen servicio que habían prestado.

  Por suerte, la espera no fue larga. Y el Vizconde Willfrick en persona los recibió. Públicamente encomió la labor de los aventureros, y les invitó a pasar la cena en compañía de sus más allegados, y que disfrutasen de la hospitalidad de su castillo. Además estaría como invitado Valdren, el obispo de Veluna del culto de San Cuthbert, quien había venido de visita al oír las noticias llegadas de Hommlet. Al lado de Willfrick, el obispo de Trithereon, la catedral local, se removía inquieto en su asiento.

  Geoffrey fue llamado por Sir Falcefar. Al parecer, Elmo rendía cuentas ante él, y lo que le había contado de la lucha en La Barbacana del Foso sobre la nobleza y rectitud del iniciado de Heironeus habían calado en el alma del buen Falcefar. Por lo que le contó, el Vizcondado de Verbobonc negaba la ayuda de La orden del Venado, percibiéndola como una ocupación por parte del Archiclerigado de Veluna. El vizconde, con ello, estaba condenando a las fuerzas del bien y a las buenas gentes, ante una amenaza tan terrible como la que azotó esta tierra hacía una década. Con el resurgimiento de la misma, quería saber si podría contar con Geoffrey como posible agente de La Orden del Venado, prometiéndole que si sus hazañas se mostraban ser dignas como tal sería nombrado cabalero. Viendo cumplirse sus sueños más deseados, Geoffrey aceptó, quedando tras la cena para recibir instrucciones.

  La velada fue agradable. Los aventureros no dejaban de recibir comentarios elogiando la labor que habían hecho, y consejos sobre qué hacer a partir de ese momento. Éstos se podían resumir en un concepto, que era que la amenaza era demasiado peligrosa para un grupo como el suyo, y que lo que mejor podían hacer era dejar pasar el tiempo, dejar que los agentes del reino acabasen con lo que quedase. La preocupación por su seguridad era sincera, no se trataba de intentar desviar su atención, y así lo percibieron.

  Después de la cena, Brend se acercó al obispo de Veluna. Portando el recién conseguido sello de Rannos Davl, preguntó qué podían ser las letras inscritas en el mismo. Algo nervioso, intentó desviar la pregunta, pero la firmeza del clérigo de Heironeus hizo que el buen Valdren se ablandara ante su petición, no sin antes recordarle que se necesitaría un poder mucho mayor que el que ellos tenían para acabar con esa amenaza.

  Al parecer, El templo del mal elemental implicaba un peligro mucho mayor del que pensaban. Prometiendo la adoración corrupta de los cuatro elementos, la gente de corazón corrupto y los humanoides acudían al centro de la perdición del alma, cayendo en la trampa de servir a una entidad mucho mayor, cuyo nombre pocos conocían: Tzuggtmoy. La mayoría de los sirvientes del antiguo templo se sentían atraídos por el poder de uno de los cuatro elementos, y sólo los mejores de cada uno era llevado al culto mayor, que se sabía que estaba dominado por la propia diosa. En la batalla de los Praderas Emridy acabaron con gran parte de las criaturas. Pero ni siquiera estando con ellos Serten, un miembro del Círculo de los Ocho de Mordenkainen y uno de los más poderosos clérigos de San Cuthbert, pudieron acabar con la diosa oscura. Ésta quedó atrapada dentro del antiguo templo, y al parecer tiene una manera de mandar sus nuevos agentes a hacer el mal.

  Mientras el corazón de Brend se sobrecogía por tan siniestra historia, su compañero Geoffrey era iniciado como agente de La Orden del Venado. Sir Falcefar le indicaba el siguiente paso a seguir: ir a la ciudad de Nulb y ponerse allí en contacto con el agente que tenía infiltrado: el herrero. Nulb era un lugar abyecto, lleno de maldad y vileza, por lo que recomendaba tener mucho más cuidado que con Hommlet. No se habían tomado acciones contra esta villa porque se pensaba que en ella había buena gente que no debía pagar porque entre sus convecinos hubiese agentes del mal, y por ello había infiltrado hacía años a dicho agente, para que pudiera cribar a quién se podía llegar a salvar.

  A la mañana siguiente, todos se reunieron preparados para irse. Bueno, todos no, al parecer faltaba Altair. Mientras esperaban, discutieron qué podían hacer, y ninguno parecía dispuesto a dejarse amedrentar ante la amenaza de una diosa del mal. ¿Pero qué opciones tenían? Infiltrarse en Nulb fue directamente descartado, estando a sólo unas horas a caballo de Hommlet podían permitirse quedar en dicha aldea y a partir de ahí hacer las incursiones pertinentes. El templo no sería difícil de localizar, y aunque Alastar se proponía a batir el terreno hasta encontrarlo, Geoffrey dijo que tenía un contacto en Nulb que podía indicarles el camino.

  Y cuando estaban empezando a preocuparse por el retraso de su compañero, Altair apareció en la distancia, corriendo y portando un pergamino. Con su llegada el día anterior, un pergamino mágico conseguido en la batalla del Templo del Mal Elemental había mostrado su contenido, oculto mediante algún encantamiento. Y ese contenido era una profecía, que traducida por él y los otros magos esa noche había dado al siguiente texto:



  "Los Dos unidos, en el pasado,
  un Lugar por construir y conjuros por lanzar. Su poder creció, y conquistó la tierra y a las gentes a su alrededor, tal como habían planeado.
  Una llave sin cerradura ellos hicieron de oro y gemas, y la cubrieron de conjuros: un instrumento para ser empuñado por hombres, para forzar a los poderes del Bien a someterse.
  Sin embargo, llegaron ejércitos, sus armas desnudas, mientras el mal aún no estaba preparado.
  El Ciervo fue seguido por las Coronas y la Luna, y gentes de las ciudades.
  Los Dos fueron divididos; uno escapó pero Ella, cuando llegó el día del juicio, rompió la llave y guardó las piezas en cuatro cajas, con mágicas cerraduras.
  Al hacerlo, Ella quedó atrás mientras Él escapaba. Fue encerrada entre los suyos; su guarida se convirtió en su prisión y desesperación.
  El Lugar fue derruido, destrozado y olvidado, encadenando el corazón del poder del mal – pero la llave nunca fue encontrada entre los escombros.
  Él no sabe donde mora Ella en nuestros días. Ella prepara el camino de sus esbirros, el modo de levantar de nuevo Su Templo
  con herramientas de carne, con hombres mortales.
  Muchos se han ido ya para morir en agua, llama, en tierra o cielo.
  Ellos no dieron con la llave de los ancianos que debe ser encontrada – el orbe de oro.
  Ten cuidado, amigo mío, porque tú fracasarás, a no ser que tengas los medios para buscar y encontrar las cuatro cajas, y entonces escapar para siempre jamás.
  Pero con la llave, podrías conseguir echar abajo Su poder y codicia.
  Destruye la llave y, cuando lo hayas hecho, regocíjate, habrás ganado la batalla."

No hay comentarios:

Publicar un comentario