lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 11º De asuntos pendientes, cruzadas y preparaciones para un gran final

Sirsirmón "el seguro.
  Con Groosuk gravemente herido, Geoffrey con los restos de Cortafrío sabiendo que el tiempo jugaba en su contra para poder rescatar el alma de su espada y Elmo deseando ir a Hommlet para preparar en el día de la Vieja Fé un digno funeral a su hermano, los héroes decidieron dividirse yendo unos cuantos a la aldea y quedándose los demás para hacer varias incursiones relámpago. Previniendo que no fuesen como una fuerza excesivamente debilitada, Elmo propuso a los aventureros que le habían acompañado a proteger a los caballos que si alguno se proponía como voluntario para ir con los que se quedaban, y el pequeño gnomo pertrechado con una armadura de mallas que respondía al nombre de Sirsirmón "el seguro" se unió a los expedicionarios.

  La ruta hacia Hommlet fue dura por la tristeza. Más parecían una comitiva fúnebre, pese a que el único cuerpo que portaban estaba vivo.

  Los incursores se dirigieron a la casa del pantano, accediendo a la torre desde la entrada secreta. Su camino se detuvo cuando el elfo Thalion, en cabeza de la expedición, se paró al notar algo extraño. Dánae se adelantó y agudizó sus sentidos con sus extraños poderes, viendo que las lianas que ocultan la entrada a la gruta misteriosa conservaban parte del movimiento de que alguien las hubiera tocado. Su oído le trajo los pasos chapoteantes del riachuelo interior, algo corría alejándose. Ascendieron a toda prisa sólo para encontrar la caverna desierta. Al peinar la zona encontraron dos huellas recientes: en los sedimentos debajo de las lianas y en la pasadizo de acceso al tercer nivel del templo, el cual aún no habían explorado. El gnomo pegó su oído a la puerta secreta y oyó en la lejanía pasos, por lo que el grupo temió que dieran la alarma. Sin atreverse a seguirlos, decidieron pasar la noche en la torre de vigía, bajo los nidos de los cuervos gigantes.

  La primera guardia se vio turbada por un enjambre de ratas, que intentó entrar por debajo de la puerta. La espada llameante de Thalion los puso en fuga, no sin antes acabar con varios. Pero en la tercera guardia, el grito de alarma de Maia heló la sangre de todos cuando al levantar la vista la vieron enfrentarse con una criatura de oscuridad y ojos rojos, como la que habían derrotado en el antiguo templo del aire. Lanzaron sus ataques con prestreza, sólo para ver a la sacerdotisa de Trithereon caer malherida. Su amor, Altair, la salvó en el último momento. ¿Qué hacer entonces? ¿Volver? No, no podía ser así. Maia no lo permitió. Quedándose en la retaguardia, básicamente sólo con bendiciones de curación y alguna protección, acompañó a los héroes por la mañana de nuevo al templo.

  Bajaron hasta el templo. Se dirigieron hacia donde había caído Otis, y encontraron la habitación limpia de cadáveres, pero con restos de una masa casi transparente que al tacto devoraba la carne. Ahora llegaba el momento de hacer para lo que se habían quedado, destruir al tritónido extraño del impío lugar.

  Entraron Altair y Dánae, sujetos con una cuerda y protegidos por las bendiciones de Sirsirmón y Maia. El mago, además, lanzó un encantamiento que permitía que su mente se zafase de trucos de invisibilidad, por lo que vio que la masa de agua no era en verdad del color que sus compañeros percibían, sino de un tono plateado, y que oculta en su superficie un extraño rostro se reía de ellos. Antes de avanzar más, un rayo surgió de entre los dedos del mago, impactando sobre la criatura de agua, salpicando su ácido, pero sin hacerle daño alguno. Dánae probó con su anillo, que despidió chispas, pero tampoco consiguió nada. Fue entonces cuando probó a usar el poder de congelar las cosas, y vio así Altair que la criatura se ralentizaba poco a poco con el frío hasta llegar a paralizarse. Y en ese momento, se dio cuenta que tras el domo de coral verdoso que había sobre la criatura podía entrever gracias a su magia ciertas letras ocultas. Dánae usó otra vez el poder de su mente, esta vez para mover uno de los martillos del gnomo hacia el coral, golpeándolo hasta dejar a vislumbrar el texto, "Vil Bondad oculta", antes de quedarse sin energía y recuperar el arma. ¡Había más, pero sus capacidades estaban mermadas!

Altair luchando contra el control mental
  Descansaron una jornada más, con las fuerzas mágicas retomadas.Volvieron, protegidos con las bendiciones protectoras de Trithereon y del extraño dios gnomo.

   Dánae rompió el escrito oculto tras el muro, mientras Sirsirmón usaba sus plegarias para descubrir que todos los milagros relacionados con el agua afectaban a la malvada criatura. El mago, atado con una cuerda, entró a leer lo que Dánae había desvelado, pero fue controlado por el ser. Cuando su pie tocó el ácido, fue arrastrado de vuelta por sus compañeros quienes así consiguieron salvarle de una muerte cierta. Lamentablemente no pudo leer nada.

  Siguieron avanzando por el sector nordeste, y encontraron las dependencias del templo del aire. Allí, todas las criaturas habían sido masacradas y el sacerdote Kelno, único superviviente, se había vuelto loco y sobrevivía de devorar los cuerpos de sus antiguos seguidores. Custodiando un acceso al tercer nivel, fue hecho prisionero e intentó comprar la lealtad de los héroes para que mataran al Canonés Belsornig, del templo del agua. Al parecer, éste lo había utilizado como le había venido en gana, haciendo que sus soldados fueran la punta de lanza contra el ataque al templo de la tierra, y atemorizándolo con que había contratado a sus osgos para que lo traicionasen. Eso condujo a que el propio Kelno mandase que la mitad de sus tropas, las menos leales, fueran destrozadas por la otra mitad, y que los que quedasen fuesen ajusticiados por el guardaespaldas de honor de Kelno, sólo para que el sacerdote acabara con su vida temiendo también por esta traición.

  Lo prepararon como prisionero, y Maia lo dejó inconsciente para poder interrogarlo con más detalle. Decidieron hacer una última incursión antes de volver, en la que arrasaron con un grupo de bandidos de los templos inferiores, apostados en el segundo nivel. Fueron masacrados todos menos tres, ajusticiando Maia a un semiorco que parecía dispuesto a colaborar y que había asesinado al líder de esta expedición. Uno estaba a punto de escapar cuando Dánae lo cazó en la habitación donde una gigantesca estatua de minotauro de casi tres metros cobró vida a su espalda y casi la partió por la mitad. Thalion y Altair le ayudaron, acabando con la vida de esta infame criatura del mal. Cuando intentaron sacar alguna confesión, parece que los únicos que sabían algo de los templos inferiores eran el líder y el semiorco, por lo que quedaron ciegos de respuestas.

  Volviendo hacia Hommlet con los prisioneros, vieron que hacia el templo se dirigía una caravana de comerciantes. Se escondieron antes de que les vieran y de este modo averiguaron que eran agentes del templo que venían de Verbobonc, a informar de que en esta ciudad se estaba preparando una cruzada. La magia de Altair permitió hacer prisioneros, mientras que las flechas de Dánae y las piedras de honda de Sirsirmón acabaron con el jinete que iba a fugarse para informar. Thalion acabó el cuadro con quienes intentaban huir de forma apresurada.

  Llegaron a la aldea, habiendo perdido sólo a dos prisioneros, a quienes no vieron marca de herida ninguna. Allí se encontraron con Rufus, que los escoltó a la torre, intentando que fueran vistos lo menos posible.

  Y comenzaron los interrogatorios.

 Al parecer, el único con información relevante era Kelno. Sabía que en el cuarto nivel del Templo se estaba preparando un ejército con gigantes, ettins y demonios, presto para arrasar la zona cercana. Conocía un camino para llegar, y en su locura lo confesó todo.  Los comerciantes iban a traer la noticia de que un ejército de cruzados se estaba preparando en Verbobonc, por lo que urgía que las tropas del mal iniciaran un asalto a las cercanías. Esto fue confirmado por Geoffrey dos días después.

  El viaje a Verbobonc de Geoffrey fue provechoso, pero trajo malas noticias a sus compañeros. Cortafrío podría ser salvada, pero tras entregar otras diez mil piezas de oro, y ya habiendo él dado su anillo de protección y Elmo, en honor a la misión de su hermano, el hacha mágica de Otis. Y el problema es que en menos de dos semanas llegaría a Hommlet una cruzada de Trithereon para asaltar el templo, encabezada por el propio Vizconde, y tres semanas después la de San Cuthbert, ésta liderada por el Obispo de Veluna. Sin duda, las fuerzas malignas aprovecharían para huir en ese momento, por lo que tocaría modificar la estrategia a seguir.

  Los mercenarios al servicio de los aventureros podrían levantar un campamento en las cercanías del templo, donde se lo dijeran, y quedarse allí con las monturas y con Jamie. A su grupo se uniría para esta expedición el Padre Terjon, Jaroo, Elmo, Spugnoir, Solamon y Maia. Los extraños poderes de Dánae parecían funcionar ya en Groosuk, por lo que su fuerte brazo también sería parte de la expedición. ¿Qué rutas tomar?