domingo, 20 de noviembre de 2011

Capítulo 3º Espías entre nosotros

"Querido señor oscuro.

Nuestra causa está pronta a hacer un gran progreso. Las últimas incursiones han denotado ser fuertes, y nuestros tres agentes en Hommlet nos mantienen bien informados de todos los progresos. El último no es más que un mensajero que hemos conseguido incluir entre los trabajadores del castillo, pero es quien nos trae las nuevas y responde directamente ante mí.

Vamos a realizar una nueva incursión. Intentaré mandarle esta carta lo antes posible, para que sepa de nuestros progresos. En caso de que todo vaya bien, podrán comenzar a mover las cosas a partir de la próxima estación, y las fuerzas del Templo del Mal Elemental resurgirán bajo sus órdenes.

Le agradezco a usted y a Nuestra Señora la confianza que han depositado en mí. Espero ser digno de ella.

Con todo mi respeto,

Lareth, el Bello".

Un escrito así dejaba pocas dudas. El Templo del Mal Elemental estaba resurgiendo, y había agentes infiltrados en la aldea de Hommlet. De camino de vuelta a la aldea, los héroes compartieron sus sospechas con el padre Terjon y con Jaroo. Tras analizar quién había dicho qué las diversas personas del pueblo llegaron a dos posibles sospechas: Kobort había estado trabajando para los agentes del mal y tenía aliados dentro del pueblo o Rannos Ravl o Gremag habían pasado información.

Dánae propuso investigar lo segundo convirtiéndose en un cebo viviente. Y, aunque no se lo había dicho a nadie, había comenzado a manifestar unos poderes extraños que estaba aprendiendo a controlar. ¿Se trataría de una bendición de los señores oscuros que querían tentarla?

Rannos Davl
Cuando llegaron a Hommlet no tardaron en ejecutar el plan. Dánae fue al puesto comercial a vender las cosas que había conseguido, y se jactó delante de los comerciantes de que ella había acabado con un temible líder, cuyo nombre habían averiguado que era Lareth. El torpe y obeso Rannos Ravl elogió la hazaña, que permitía una ruta comercial más segura y mayores ingresos para toda la villa. Por la noche, el grupo se ocultó en las cercanías de la tienda. Un hombre embozado salió por la ruta hacia Verbobonc, y cayó profundamente dormido ante un encantamiento de Altair. Fue registrado y encontraron una carta escrita en unos extraños caracteres, completamente incomprensible. Otro hechizo del buen mago permitió revelar su contenido: un asesino tenía que ser contratado para acabar con la vida de la pícara. Llevaron al portador de tan siniestra carta a un interrogatorio, del que no pudieron sacar nada en claro, puesto que había sido contratado por un viajero para llevar esa misiva a una posada en Verbobonc, debiendo dejarla bajo un barril de desperdicios en su callejón trasero.

Llegaba el momento de actuar. Expusieron su caso ante el consejo del pueblo, en una reunión secreta del mismo. Pero antes de hacer nada se necesitaban pruebas. Rufus y Burne dijeron que el Vizconde de Verbobonc tendría que saber de esto, y propusieron que sus hombres generarían una distracción para averiguar quién era el agente entre los trabajadores. Mientras estaban ocupados en esto, los aventureros debían reunir las pruebas incriminatorias contra los comerciantes.

A la mañana siguiente, los Tejones de Burne dirigieron una operación secreta, lo suficientemente visible para que generase sospechas entre los trabajadores al salir casi todos a la expedición. Geoffry, Turuko y Resnis entretuvieron a Rannos Davl y a Gremag mientras Dánae registraba sus aposentos. Para acceder, la pícara se transformó en una sombra, cosa que extrañó bastante a su compañero Brend quien fue testigo de tan extraño suceso. Dánae registró la habitación y encontró un cofre, el cual sacó para que viesen los demás. Terminada la distracción todos se reunieron a inspeccionar las pruebas, no existiendo ya ninguna duda: un atuendo como los localizados en La barbacana del foso y un anillo-sello con las letras ZGTMY.

Gremag
Decidieron presionarles para sacar una confesión. Entraron en la tienda y acorralaron a Rannos Davl contra una esquina, quedándose junto a él Turuko y Altair. Dánae y Geoffry apartaron corriendo a Gremag para que no pudiese evitar la confesión, mientras Brend retenía al mozo y sus otros compañeros esperaban fuera por si intentaba alguno fugarse. Rannos mostró una gran sorpresa al enseñarle los enseres, y dijo que podía ser cualquiera de su tienda, incluido Gremag. Éste preguntó que dónde habían conseguido eso, y Dánae le indicó que en la habitación que ambos tenían, donde también dormía el mozo. Al salir de la habitación, Gremag apuñaló a Geoffrey entre las costillas, dejándolo inerte en el suelo. Dánae intentó salvar a su compañero dando tiempo al villano a encerrarse en la habitación, pero teniendo éxito al evitar su muerte por poco. Brend y Altair dejaron lo que estaban haciendo y abrieron la puerta, encontrando la habitación vacía, pero con un pequeño pasadizo abierto por lo que comenzó una persecución. Turuko comenzó entonces a golpear a Rannos, intentando sacarle así una confesión, y Dánae dejó a Geoffrey convaleciente viendo que el monje parecía tener la situación controlada, para seguir a sus compañeros.

Espada de Rannos Davl
Geoffrey comenzó entonces a abrir los ojos, recuperándose, sólo para ver cómo el gordo Rannos Davl mostraba una agilidad inusitada para sacar de debajo de la mesa una espada corta y atravesar con ella el corazón de Turuko. El caballero, aún sin haber recuperado las fuerzas, se encaró contra el comerciante, quien se lanzó al ataque pensando que la vida del adorador de Heironeus pendía de un hilo. Y no se equivocaba, pero el dios de la caballería no dejó a su adorador en la estacada, y sus plegarias se hicieron fuertes hasta dar tiempo a sus compañeros a volver tras haber aprisionado a Gremag.

Además de a Turuko, los agentes del mal elemental se llevaron consigo a cuatro miembros de Los tejones de Burne. Jaila decidió partir: ella estaba hecha para cabalgar y vencer así a sus enemigos, no para entrar en cavernas lúgubres y poco espaciosas, por lo que aprovechó el haberse solucionado este tema para irse hacia el oeste.

Elmo volvió aquella noche. Había reportado al Vizconde y éste deseaba encontrarse en persona con los aventureros para recompensarlos. Por tanto, podían ir a verle ahora escoltando ellos mismos a los prisioneros.

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