- Mi presencia sólo pondría más difícil vuestra misión.
- Y si pasas por ciudades acabarás muerto. Déjame que te lleve por senderos inexplorados por los que no nos podrán seguir.
Otis viajó al pueblo, para advertirles que los agentes del mal vigilaban con cuidado el acceso desde Hommlet. Al parecer, el pueblo estaba quedando prácticamente desierto, y no era infrecuente encontrarse un cuerpo apuñalado portando una capa de alguno de los templos menores, aunque del que menos había visto era del templo del agua.
Para ilusión de Altair, decidieron ir a Verbobonc y allí rentar un navío. La suerte parecía estar de su lado, puesto que encontraron un barco a la venta, sin demasiados daños estructurales, y el mago buscó una tripulación a la que capitanear.
Llegando a Nulb fueron atacados por piratas, en una emboscada que de no haber tenido la magia de su lado podría haber costado los bienes y la vida a la tripulación.
Las cartas del capitán lo señalaban como agentes del Templo del Agua, y habían portado hacía sólo unas estaciones a un miembro de los Templos Inferiores: Lareth el Bello. Éste transportaba una bestia comprada en los arrabales de la ciudad de Falcongrís, y la traía enjaulada y tapada, nadie sabiendo de quién se trataba,
Acordaron dejar a Groosuk y Jamie anclados en el barco capturado cerca de la orilla donde había estado escondido el otro bajel a la espera del asalto. Con ellos se quedadon los dos prisioneros para poder así vigilarlos. Los demás irían en el barco mercante. El plan era que Altair se encargase de fichar una tripulación apropiada en Nulb que les ayudase a remontar el río con los dos barcos, acompañado por Jamie y los marineros supervivientes. Y mientras esto se hacía, Dánae, Thalion, Geoffrey, Maia y Spugnoir visitarían el templo del mal elemental para avanzar algo en la investigación, de modo que cuando volviesen podrían asaltar el templo del agua. Para eso, dejaron a Geoffrey el anillo de protección recién adquirido, para que se discutiese sobre el reparto de tesoro a la vuelta.
Así, partieron hacia los niveles superiores. Fueron a la habitación de las Stirges, acabando con todas ellas. Allí encontraron el objeto cuyo brillo había detectado Dánae, un anillo que despedía magia. Geoffrey probó a experimentar con él. Tras varias pruebas, cuando se concentró en que el anillo provocase algún tipo de llama, éste desplegó chispas delante del guerrero provocando serias quemaduras en la pared hacia donde apuntaba. Se lo dio a Spugnoir para que él lo probase, pero no provocó efecto alguno. ¿Sería como Cortafrío, que sólo funcionaría en manos de alguien de corazón puro y nobles intenciones? Tras esto, exploraron el pasadizo secreto, el cual daba a un pequeño pasillo que acababa en una pared. Buscaron puertas secretas y encontraron otra, cuyo funcionamiento sólo se producía desde el otro lado. Aprovecharon antes de bajar, mirando la sección surdeste, en la cual no vieron nada útil ni peligroso.
Volvieron al barco y decidieron dividir el tesoro. Lamentablemente, la incursión produciría que Thalion y Dánae necesitarían más de dos semanas de descanso antes de hacer el asalto al templo, por lo que aprovecharon para llevar el bajel capturado a Verbobonc y a que Altair analizase mágicamente los objetos conseguidos. De las cosas mundanas, Dánae dijo de quedarse con uno de los dos objetos preciosos que habían aparecido: un cinturón enjoyado cuyo valor ascendía de las cinco mil piezas de oro. Spugnoir expresó su desacuerdo, al argumentar que le habían dicho que él se llevaría una parte equitativa del tesoro, pero Dánae intentó argumentarle que si él se quedaba con pergaminos no veía por qué ella no podía quedarse con unas gemas que potenciarían sus capacidades. Maia apoyó parcialmente al mago, diciendo que quizás deberían aclarar que el grupo se quedase con una parte mayor que el diezmo, y que de ese dinero deberían si acaso guardar las gemas para su compañera. Thalion dio a entrever al mago que o aceptaba la manera de hacer las cosas de sus compañeros o quizás rendían cuentas definitivamente y no les interesaría que el mago les acompañase. Geoffrey, pensativo, guardó silencio.
Altair viajó a Homlet mientras sus compañeros descansaban en Verbobonc. Usó el laboratorio y allí descubrió que el collar era un collar de adaptación, que permitía respirar bajo el agua, sobrevivir en el vacío y ser inmune a gases nocivos. Del anillo de las estirges no pudo sacar más que la mitad, puesto que funciona de diferente manera bajo tierra que en el exterior de noche. En el segundo caso, vio que tenía la capacidad de usar ciertos encantamientos de creación de luces y lanzar estrellas fugaces contra los adversarios, además de lanzar extraños meteoros.
Por tercera vez fue de Otis a Hommlet, coincidiendo con las temidas lluvias del final del verano flaenio conocido como el alto verano. Su inmensa figura empapada y su mirada triste y taciturna, no sirvieron precisamente de solaz para los que recibieron la triste noticia que traía: la muerte de Murfles, quien durante años se había hecho pasar por la hija de la Canonesa Y'dey. Además, parecía que el Templo del Agua había hecho un extraño encantamiento, por el que la aldea de Nulb había comenzado a empantanarse, y criaturas infestas como necrófagos pululaban tras el atardecer por sus calles.
La Canonesa se dirigió a los héroes. Sabía que llevaban un tiempo preparando incursiones, pero los descansos que habían ido haciendo entre ellas habían permitido que las fuerzas del mal se reagrupasen. Además, parecía que las hazañas logradas por los héroes habían ido comentándose en tabernas por todo Veluna y parte de Furyondia, y grupos de aventureros llegaban a la aldea buscando seguir los pasos y enriquecerse en el asalto al templo. ¿Y si con ellos llegaban agentes del mal? Y, por último, parecía que una hermandad de clérigos del bien estaba recorriendo las ciudades del reino para que dirigieran un asalto definitivo a la base del mal, lo que sin duda conduciría a que las huestes infames se esconderían otra década para resurgir en el momento más inapropiado. Pero nada comparado con el dolor que la buena sacerdotisa sentía por la muerte de su compañera.
Otis fue a ver a su hermano Elmo y a su madre. Ella lloró de alegría al enterarse de que su hijo volvería a casa definitivamente.
Los hermanos se reunieron con la canonesa y el grupo de aventureros, entre los que estaba la ya asidua Maia, cuidando de su buen Altair, y Spugnoir. Cuando abrieron la puerta de su casa, estaban en plena celebración, puesto que todos habían recibido una recompensa proveniente de los nobles elfos de Celene a los que habían salvado. La noticia de la muerte de la elfa fue dura para todos, y el gozo se convirtió en ira, preparándose para partir a la mañana siguiente.
Geoffrey habló con Jamie, y Elmo con dos aventureros, para que entre los tres cuidaran de los caballos. Juntos, partieron a la mañana siguiente para asaltar al templo del agua.
La llegada fue sin problema alguno. El paso por Nulb parecía el de una ciudad fantasma, y no hubo ningún encuentro problemático. Otis entonces llamó a sus compañeros, un búho y tres pequeñas hadas, que en la noche encontraron un sitio donde podían esperar el escudero y los dos aventureros que su hermano había encontrado.
El acceso al segundo nivel transcurrió sin problemas. Donde unas semanas antes habían acabado con unos temibles trolls, esta vez cayeron ante sus armas unos osgos que custodiaban a dos buhosos. Avanzaron por el pasillo, donde encontraron otro acceso al tercer nivel (el cuarto) y lo ignoraron para ir a por su objetivo. Al llegar al acceso al templo, se encontraron con otras de estas infames criaturas, que intentaron entablar conversación con ellos puesto que llevaban los héroes puestas las túnicas del agua, aunque todo quedó en un intento pues Thalion se lanzó al combate, dejando estupefacta a Dánae. La finura en los movimientos del elfo contrastaron con la brutalidad de Groosuk, quien comenzó a gritar preparándose para asaltar el templo del agua. Acabaron así con todas las defensas hasta llegar a la habitación donde el altar viviente descrito por el gnomo Wonillon aguardaba.
Descorrieron una cortina, y entraron a toda prisa. La canonesa Y'dey lanzó un conjuro que envolvió a dos sacerdotes malignos en un manto de silencio, mientras Groosuk y Geoffrey atacaban de frente al altar viviente, desoyendo los consejos tácticos de no ponerse delante de él. Cuando se puso en marcha, arrolló al caballero, destrozando bajo sus ruedas de piedra tanto su querida Cortafrío como su escudo regalo de su sacerdote Brend. Comenzaron a revolotear sobre sus cabezas las gárgolas. Elmo se abalanzó sobre el sacerdote más poderoso, acompañado de Thalion. Otro sacerdote paralizó a Altair, quien recibió todas las atenciones de una de las criaturas aladas hasta que Otis se enfrentó a ella. Spugnoir cogió de la manga a su compañero mago y lo sacó del camino del altar viviente, salvando su vida por momentos. Y entonces se hizo la oscuridad, al menos para parte de los héroes, puesto que uno de los clérigos malvados había convocado un milagro profano en su zona.
Al morir las gárgolas, mostraron ser zombis cubiertos con una extraña capa. Un curioso objeto que posteriormente debía ser analizado.
Groosuk cayó tremendamente malherido, y fue salvado en el último instante por Dánae. Elmo salvó a la Canonesa Y'dey de ser masacrada, y Otis arriesgó su vida por la del elfo, pereciendo debajo de las ruedas de la infame criatura. Geoffrey y Maia acabaron con ella, quedando sólo el grito de dolor de Elmo, intentando sacar a su hermano de las toneladas de piedra bajo las que se encontraba.
- Ayudadme. Tenemos que llevarlo para que lo resuciten.
- Elmo, tranquilízate. No hay salvación física para él - dijo la Canonesa Y'dey.
- ¡No! Tiene que haberla. ¡No puede acabar así!
- Elmo, ha muerto como un héroe.
Las palabras no consolaban al explorador. Mientras se reponía, Dánae, Groosuk, Thalion y Geoffrey exploraron las habitaciones al sur. Allí encontraron las dependencias de los sacerdotes, y una sala extraña, decorada con finas piedras de lapizlázuli y un domo que rebotaba el tono verdoso del agua de una piscina por toda la estancia. Fue al acercarse cuando vieron a un extraño tritón atado con cadenas al fondo de los cuatro metros de la piscina, cuyos pensamientos llegaron a la mente de todos los presentes.
- El kraken. Va a llegar en cualquier momento. Los sacerdotes lo invocaron, en cualquier instante estará aquí. ¡Bajad a ayudarme!
Groosuk fue a saltar, pero con su vida pendiendo de un hilo, y sin saber nadar, miró a sus compañeros y se preparó para enfrentarse al monstruo marino. Geoffrey fue a la habitación anterior para pedir al mago que le dejase su collar de adaptación, y poder bajar hasta la criatura para liberarla. El semiorco, en su desesperación, lanzó un guijarro pensando que su inmensa fuerza haría que éste bajase los tres metros que le separaban de la cadena donde estaba sujeto el tritón, y que podría así romperla. Pero lo único que consiguió fue salpicar al elfo, quien gritó de dolor al descubrir muy a su pesar que el agua era ácida.
- Es una trampa.
Al decir estas palabras, la voz de la criatura comenzó a resonar dentro de la cabeza de Dánae, insinuándosele para que bajase a ayudarle de todos modos. Su disciplina mental hizo que el encantamiento no se produjese, por lo que salió a toda prisa arrastrando a sus compañeros.