sábado, 31 de diciembre de 2011

Capítulo 6º Despedidas, regresos, nuevas incorporaciones y revelando más infiltrados

  Al llegar a Hommlet esa noche, Dánae fue a descansar con la esperanza de reponerse de las horribles heridas que había sufrido. Mientras tanto, Geoffrey cogió a su amigo el mago Altair, y dejó descansando con su compañera tanto a Alastar como a Brend.

  En la taberna, encontraron que cuatro de los miembros de Los tejones de Burne habían sido vencidos en combate desarmado por una mujer. Ella se estaba enfrentando a Furnok, un viejo conocido de los aventureros que ofrecía sus servicios como pícaro para ir de aventura, además de ganarse un dinero en las timbas locaes. Éste había sacado de la vaina su espada corta, y su contrincante estaba esperando que en cualquier momento se enzarzaran.
Pero Altair, prendado de la belleza de la recién llegada, intercedió por ella convenciendo a Furnok de que no era una buena idea. ¡Cuál fue su sorpresa cuando miró con desdén al mago y al guerrero, acusándoles de estar ayudando a implantarse un sistema opresor basado en el miedo que conducía a que los adoradores de la Vieja Fé se pasaran a San Cuthbert! Cuando se presentó bajo el nombre de Maia, les comentó que era una sacerdotisa de Trithereon, dios de la individualidad y del derecho a autoprotegerse, que había llegado a Hommlet por la situación particular de ser una ciudad semi independiente perteneciente a un vizcondado a su vez semi independiente del reino de Veluna.

  Accedió a tomarse una copa con los dos héroes, pero se vio
interrumpida cuando cuatro de los Tejones de Burne llegaron armados y vestidos con la ropa de la guardia para llevársela a custodia por la pelea anterior. Ostler, posadero y jefe del consejo de ancianos local, atestiguó que ella no había empezado la riña, pero Altair se puso nervioso ante la idea de que fuera prendida y lanzó un conjuro que hizo huir despavoridos a los no tan bravos tejones. Ostler pidió a los aventureros que esperasen en su domicilio a ser convocados por el consejo, y mientras tanto Maia se despidió de ellos adentrándose en la noche.

  Al llegar a su casa, Dánae les contó que el sacerdote Calmer de San Cuthbert le había llegado con una misiva, citándoles tanto a ella como a Geoffry unos días después en el vizcondado de Verbobonc. Cuando llegó la guardia a buscarles, tuvieron que ir todos los aventureros, puesto que para la comparecencia era de vital importancia demostrar que Altair era un buen mago, y que sus hazañas hablaran a su favor.

  El juicio en Hommlet fue rápido. Ostler juzgó inocente a Maia por ser él mismo el testigo de los hechos, y ante las acusaciones de hablar mal de la autoridad y de la iglesia de San Cuthbert fue levemente amonestada, puesto que sacó a la luz un problema grave que se está produciendo en la localidad, y es que la presencia de Burne, su lugarteniente Rufus (ambos miembros del Consejo) y sus tejones era bien recibida para la defensa de la villa, pero no como una ocupación que permitiera controlar para el vizconde la localidad. Además, se permitió que la iglesia de San Cuthbert se levantara para que pudiera abrazarla quien desease bajo su libre albedrío, y que lo que estaba haciendo la sacerdotisa de Trithireon no era más que ofrecer otras alternativas a la gente. No contenta con los resultados, arengó que el consejo debía ser invalidado al no tener una sola mujer entre sus miembros. Los aventureros fueron amonestados con una multa por uso inapropiado de magia en un lugar público, y se les instó a resarcir a cada uno de los tejones víctimas de esa magia con 4 piezas de oro.

  Cuando llegaron a Verbobonc, dejando atrás todos sus problemas, fueron citados al juicio de los espías del templo del mal elemental, Rannos y Gremag. El primero fue juzgado por el asesinato de Turuko, pero fue a final sentenciado a un castigo físico y a cadena perpetua por espionaje, servir a las fuerzas del mal y conspirar para asesinar a Dánae entre otras muchas personas. El segundo fue condenado a muerte por el intento de asesinato a Geoffry. Al primero le arrancaron una mano y su lengua. Al segundo le cortaron la cabeza.

  Brend se despidió de sus antiguos compañeros. El deber para con su iglesia le llamaba hacia el norte, a una iglesia que había quedado desprovista de padres santos. Tras repartir algo de su dinero y dar el escudo mágico a Geffry para que le sirviera en su noble causa, marchó en un barco que le llevaría hasta su nuevo hogar.

  A la vuelta de Hommlet, los aventureros discutieron de a quién podían llevar que siriviera para llenar el hueco que había dejado en su grupo el buen Brend. Las discusiones iban entre aquellos que querían que Maia fuese en su grupo, los que pretendían pedir que el padre Terjon encontrase a alguien o quien prefería que Jaroo buscase a un druida. Para que no hubiera disensiones optaron por esta última opción, y cuando fueron a verle éste mandó una serie de palomas para que preguntasen en los círculos si tendrían a alguien que pudiera asistir a los jugadores. Tras tres días sin respuesta positiva, fueron a buscar a Maia.

  Ésta estaba en la taberna discutiendo con Zert, un guerrero que lleva en Hommlet más tiempo que nuestros héroes, quien en su día se propuso como miembro del grupo a cambio de una parte del tesoro. Visiblemente molesto, se apartó a otra mesa. Pensando que Maia se resistiría a ir con ellos, cuál fue su sorpresa cuando les dijo sin más que estaría gustosa de acompañarles. Quedando para partir la mañana siguiente, se levantaron para irse cuando en la puerta vieron a un viejo compañero: Kobort, el guerrero que acompañaba a Turuko en sus aventuras antes de unirse al grupo. Se acercó a hablar con Geoffry, pero notando que algo malo pasaba, Altair se alejó lo suficiente para que no lo vieran, y leyó su mente a través de la magia. Al parecer, Kobort había hecho un trato con un tal Lareth para unirse al grupo de héroes. Mientras tanto, era admitido en la expedición que se haría la mañana siguiente.

  Cuando llegaron a su casa, el mago compartió su hallazgo. Lareth, ¿de qué les sonaba ese nombre? ¡LARETH EL BELLO! La infame criatura que se les escapó de la avanzadilla del templo del mal elemental. La puerta sonó, alguien llamaba. Cuando abrieron, se encontraron con Maia, quien quería comentarles algo. Al parecer, Zert le había propuesto hacer una incursión los dos solos a un campamento orco, pero la historia del guerrero parecía poco realista, algo fallaba. Sabía demasiados detalles para no ser un explorador. Acordó ayudar a los héroes a desenmascarar a Kobort si ellos le ayudaban a desenmascarar a Zert.

  Al mediodía siguiente, prepararon su trampa. Almorzando con su compañero, Altair iría a por bebida y aprovecharía para lanzar su conjuro de lectura mental. Mientras tanto, Maia lanzaría un conjuro que obligaría a confesar al malvado guerrero. Kobort no pudo resistirse, y comenzó a decir todo lo que sabía, que Lareth se había puesto en contacto con él y lo había contratado para seguir y luego traicionar a los héroes, que se pondría en contacto con ellos en Nulb. Dánae rompió sin querer la concentración del conjuro, por lo que Kobort aprovechó y atacó a Geoffry. Temiendo por sus amigos, Altair lanzó un potente conjuro que hacía restallar su mano con la fuerza de un relámpago, pero no le hizo falta porque Geoffry con su primer golpe dejó inconsciente a su oponente.

  El consejo de ancianos volvió a reunirse por segunda vez en menos de una semana. Prepararon el interrogatorio del combatiente, haciéndole confesar que, entre otras cosas, cuando Turuko y él se unieron al grupo lo hicieron con esperanza de traicionarlos cuando volvieran malheridos de una incursión.

  Llegó el turno de Zert, quien estaba preparado tras haber visto lo que hicieron con Kobort. Pero entre sus pensamientos leyó el mago que pertenecía al templo del fuego. Cuando fue interrogado, confesó que pertenecía a una de las facciones del templo del mal elemental. Al parecer, los dos primeros niveles subterráneos del templo contienen los altares de las cuatro fuerzas elementales, pero los niveles inferiores del mismo (no supo aclarar cuántos había) eran más poderosos y dejaban librar la guerra en esos niveles a la espera del resurgimiento de la innombrable, que los uniría a todos. Los cuatro templos, cada uno vinculado a un elemental, están gobernados por un sacerdote, y tienen bastante entrada y salida de gente. Cada uno de ellos tiene una capa distintiva, para reconocer a los suyos. Dijo dónde estaba la suya guardada, la cual es roja con unos macabros bordados negros. Ayudó a dibujar un mapa con lo que él conocía del templo, que no es mucho porque sólo ha ido un par de veces. Dijo que su líder se llama el Prefecto Alrrem, un sacerdote poderosísimo con el poder de controlar elementales y convocarlos.

  Entre tanto, Jaroo les llegó con la noticia de que un joven druida había escuchado de la necesidad de los héroes y al final de la estación llegaría a Hommlet para unírseles.

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