Al llegar a Hommlet esa noche, Dánae fue a descansar con la esperanza
de reponerse de las horribles heridas que había sufrido. Mientras tanto,
Geoffrey cogió a su amigo el mago Altair, y dejó descansando con su
compañera tanto a Alastar como a Brend.
En la taberna, encontraron que cuatro de los miembros de Los
tejones de Burne habían sido vencidos en combate desarmado por una
mujer. Ella se estaba enfrentando a Furnok, un viejo conocido de los
aventureros que ofrecía sus servicios como pícaro para ir de aventura,
además de ganarse un dinero en las timbas locaes. Éste había sacado de la
vaina su espada corta, y su contrincante estaba esperando que en cualquier momento
se enzarzaran.
Pero Altair, prendado de la belleza de la recién llegada,
intercedió por ella convenciendo a Furnok de que no era una buena idea.
¡Cuál fue su sorpresa cuando miró con desdén al mago y al guerrero,
acusándoles de estar ayudando a implantarse un sistema opresor basado en
el miedo que conducía a que los adoradores de la Vieja Fé se pasaran a
San Cuthbert! Cuando se presentó bajo el nombre de Maia, les comentó que
era una sacerdotisa de Trithereon, dios de la individualidad y del
derecho a autoprotegerse, que había llegado a Hommlet por la situación
particular de ser una ciudad semi independiente perteneciente a un
vizcondado a su vez semi independiente del reino de Veluna.
Accedió a tomarse una copa con los dos héroes, pero se vio
interrumpida cuando cuatro de los Tejones de Burne llegaron armados y
vestidos con la ropa de la guardia para llevársela a custodia por la
pelea anterior. Ostler, posadero y jefe del consejo de ancianos local,
atestiguó que ella no había empezado la riña, pero Altair se puso
nervioso ante la idea de que fuera prendida y lanzó un conjuro que hizo
huir despavoridos a los no tan bravos tejones. Ostler pidió a los
aventureros que esperasen en su domicilio a ser convocados por el
consejo, y mientras tanto Maia se despidió de ellos adentrándose en la
noche.
Al llegar a su casa, Dánae les contó que el sacerdote Calmer de
San Cuthbert le había llegado con una misiva, citándoles tanto a ella
como a Geoffry unos días después en el vizcondado de Verbobonc. Cuando
llegó la guardia a buscarles, tuvieron que ir todos los aventureros,
puesto que para la comparecencia era de vital importancia demostrar que
Altair era un buen mago, y que sus hazañas hablaran a su favor.
El juicio en Hommlet fue rápido. Ostler juzgó inocente a Maia por ser él
mismo el testigo de los hechos, y ante las acusaciones de hablar mal de
la autoridad y de la iglesia de San Cuthbert fue levemente amonestada,
puesto que sacó a la luz un problema grave que se está produciendo en la
localidad, y es que la presencia de Burne, su lugarteniente Rufus
(ambos miembros del Consejo) y sus tejones era bien recibida para la
defensa de la villa, pero no como una ocupación que permitiera controlar
para el vizconde la localidad. Además, se permitió que la iglesia de
San Cuthbert se levantara para que pudiera abrazarla quien desease bajo
su libre albedrío, y que lo que estaba haciendo la sacerdotisa de
Trithireon no era más que ofrecer otras alternativas a la gente. No
contenta con los resultados, arengó que el consejo debía ser invalidado
al no tener una sola mujer entre sus miembros. Los aventureros fueron
amonestados con una multa por uso inapropiado de magia en un lugar
público, y se les instó a resarcir a cada uno de los tejones víctimas de
esa magia con 4 piezas de oro.
Cuando llegaron a Verbobonc, dejando atrás todos sus problemas,
fueron citados al juicio de los espías del templo del mal elemental,
Rannos y Gremag. El primero fue juzgado por el asesinato de Turuko, pero
fue a final sentenciado a un castigo físico y a cadena perpetua por
espionaje, servir a las fuerzas del mal y conspirar para asesinar a
Dánae entre otras muchas personas. El segundo fue condenado a muerte por
el intento de asesinato a Geoffry. Al primero le arrancaron una mano y
su lengua. Al segundo le cortaron la cabeza.
Brend se despidió de sus antiguos compañeros. El deber para con su
iglesia le llamaba hacia el norte, a una iglesia que había quedado
desprovista de padres santos. Tras repartir algo de su dinero y dar el
escudo mágico a Geffry para que le sirviera en su noble causa, marchó en
un barco que le llevaría hasta su nuevo hogar.
A la vuelta de Hommlet, los aventureros discutieron de a quién
podían llevar que siriviera para llenar el hueco que había dejado en su
grupo el buen Brend. Las discusiones iban entre aquellos que querían que
Maia fuese en su grupo, los que pretendían pedir que el padre Terjon
encontrase a alguien o quien prefería que Jaroo buscase a un druida.
Para que no hubiera disensiones optaron por esta última opción, y cuando
fueron a verle éste mandó una serie de palomas para que preguntasen en
los círculos si tendrían a alguien que pudiera asistir a los jugadores.
Tras tres días sin respuesta positiva, fueron a buscar a Maia.
Ésta estaba en la taberna discutiendo con Zert, un guerrero que
lleva en Hommlet más tiempo que nuestros héroes, quien en su día se
propuso como miembro del grupo a cambio de una parte del tesoro.
Visiblemente molesto, se apartó a otra mesa. Pensando que Maia se
resistiría a ir con ellos, cuál fue su sorpresa cuando les dijo sin más
que estaría gustosa de acompañarles. Quedando para partir la mañana
siguiente, se levantaron para irse cuando en la puerta vieron a un viejo
compañero: Kobort, el guerrero que acompañaba a Turuko en sus aventuras
antes de unirse al grupo. Se acercó a hablar con Geoffry, pero notando
que algo malo pasaba, Altair se alejó lo suficiente para que no lo
vieran, y leyó su mente a través de la magia. Al parecer, Kobort había
hecho un trato con un tal Lareth para unirse al grupo de héroes.
Mientras tanto, era admitido en la expedición que se haría la mañana
siguiente.
Cuando llegaron a su casa, el mago compartió su hallazgo. Lareth,
¿de qué les sonaba ese nombre? ¡LARETH EL BELLO! La infame criatura que
se les escapó de la avanzadilla del templo del mal elemental. La puerta
sonó, alguien llamaba. Cuando abrieron, se encontraron con Maia, quien
quería comentarles algo. Al parecer, Zert le había propuesto hacer una
incursión los dos solos a un campamento orco, pero la historia del
guerrero parecía poco realista, algo fallaba. Sabía demasiados detalles
para no ser un explorador. Acordó ayudar a los héroes a desenmascarar a
Kobort si ellos le ayudaban a desenmascarar a Zert.
Al mediodía siguiente, prepararon su trampa. Almorzando con su
compañero, Altair iría a por bebida y aprovecharía para lanzar su
conjuro de lectura mental. Mientras tanto, Maia lanzaría un conjuro que
obligaría a confesar al malvado guerrero. Kobort no pudo resistirse, y
comenzó a decir todo lo que sabía, que Lareth se había puesto en
contacto con él y lo había contratado para seguir y luego traicionar a
los héroes, que se pondría en contacto con ellos en Nulb. Dánae rompió
sin querer la concentración del conjuro, por lo que Kobort aprovechó y
atacó a Geoffry. Temiendo por sus amigos, Altair lanzó un potente
conjuro que hacía restallar su mano con la fuerza de un relámpago, pero
no le hizo falta porque Geoffry con su primer golpe dejó inconsciente a
su oponente.
El consejo de ancianos volvió a reunirse por segunda vez en menos
de una semana. Prepararon el interrogatorio del combatiente, haciéndole
confesar que, entre otras cosas, cuando Turuko y él se unieron al grupo
lo hicieron con esperanza de traicionarlos cuando volvieran malheridos
de una incursión.
Llegó el turno de Zert, quien estaba preparado tras haber visto lo
que hicieron con Kobort. Pero entre sus pensamientos leyó el mago que
pertenecía al templo del fuego. Cuando fue interrogado, confesó que
pertenecía a una de las facciones del templo del mal elemental. Al
parecer, los dos primeros niveles subterráneos del templo contienen los
altares de las cuatro fuerzas elementales, pero los niveles inferiores
del mismo (no supo aclarar cuántos había) eran más poderosos y dejaban
librar la guerra en esos niveles a la espera del resurgimiento de la
innombrable, que los uniría a todos. Los cuatro templos, cada uno
vinculado a un elemental, están gobernados por un sacerdote, y tienen
bastante entrada y salida de gente. Cada uno de ellos tiene una capa
distintiva, para reconocer a los suyos. Dijo dónde estaba la suya
guardada, la cual es roja con unos macabros bordados negros. Ayudó a
dibujar un mapa con lo que él conocía del templo, que no es mucho porque
sólo ha ido un par de veces. Dijo que su líder se llama el Prefecto
Alrrem, un sacerdote poderosísimo con el poder de controlar elementales y
convocarlos.
Entre tanto, Jaroo les llegó con la noticia de que un joven druida
había escuchado de la necesidad de los héroes y al final de la estación
llegaría a Hommlet para unírseles.
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